CIUDAD DE MEXICO

Durante los días de la campaña de 2018, uno de los empresarios señalados por hacer guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador se acercó a un banco, de los gigantes del sistema, para ofrecer “cursos electorales” para los empleados.

De los cursos hay mucho escrito. Se trataba, básicamente, de una campaña disfrazada de “voto libre” para “orientar” a los trabajadores… pero contra el candidato de izquierda. Varias tiendas gigantes y cadenas de negocios los impartieron. Los mismos empleados lo ventilaron en sus redes, de manera anónima. Por la votación masiva que hubo supongo que muchos de ellos eran simpatizantes de AMLO: no necesitaban “lecciones” de nada: habían decidido su voto.

Los directivos del banco, dado que se trata de un cliente y un hombre de negocios importante, dudaron. Pero no porque quisieran dejar entrar los “cursos”, sino porque la respuesta siempre fue un NO rotundo. NO, por el código de ética de la institución. Y NO, porque simplemente no era correcto. Avisaron al empresario: NO. El empresario se siguió, por otro lado.

Los días pasaron y se difundió que ese mismo empresario, con otros, habría participado en otro frente: la llamada “Operación Berlín”. Su huella fue más leve que las pisadas de otros en ese operativo ilegal que buscaba impedir que López Obrador llegara a la Presidencia. Pero, si se le cree a los testimonios, el hombre de negocios estuvo bien metido allí también, al menos con dinero y algo de infraestructura. Otros aportarían dinero, ideas y mucha infraestructura, según los datos que han circulado.

El empresario ni siquiera vive de concesiones del Estado. Que se sepa, tampoco tiene contratos con el Estado. Nunca antes había operado contra López Obrador, parece. ¿Y qué lo llevó a tomar partido así, activo? Algunos dicen que lo comprometió Claudio X. González, enemigo declarado de López Obrador. Otros, que fue convencido que “obraba por bien del país”, según una fuente que no está relacionada con la que me contó lo del banco.

Otros me dicen esto –desde hace varios meses lo dicen–: que este empresario, y otros, tienen todavía cierto temor a López Obrador. Y que López Obrador no se dio tiempo y no se lo ha dado para reunirse con ellos: los empresarios. A ver, no hablo de las cámaras, ni de las asociaciones: hablo de empresarios libres que tienen peso pero no por sus organismos. Por lo que veo, no ha faltado trabajo allí de AMLO: ha faltado visión.

López Obrador sorprendió adentro de la administración, afuera e incluso entre los propios empresarios (que llamaré “libres” y que andan por la libre) cuando presentó su “consejo asesor”, que incluye a políticos-empresarios de Televisa y TV Azteca. Todo mundo lo recordará. Para muchos, el Jefe del Ejecutivo dio señales de que, otra vez, la élite de grillos empresariales fue llamada por el Jefe del Ejecutivo a formar parte del Estado, o al menos a estar junto a él.

“No somos iguales”, suele decir AMLO. Pero la señal enviada con la designación de ese consejo empresarial dijo todo lo contrario. Allí está Bernardo Gómez, cuya imagen más famosa es cuando le besa la mano a Martha Sahagún. Después, con AMLO, sería el anfitrión del encuentro de Estado con Jared Kushner.

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Me reenvían constantemente los mensajes que se transmiten en chats de poderosos de México. Había muchos en campaña y circulan todavía hoy. Me doy cuenta que les siembran videos y artículos tendenciosos en los que se sigue hablando de Venezuela, privatizaciones, endeudamiento, el comunismo, Cuba, incluso Rusia. Se magnifican errores de Morena y del Gabinete y se hacer ver al Presidente como un improvisado; un iletrado, ignorante; un vividor. Se le señala, en videos bien producidos, como alguien empeñado en llevar a México a su ruina. Se toma un apagón para estructurar teorías: “así empezó en Venezuela”. Se le editan frases para hacerlo quedar mal. Y muchos empresarios no leen, no se informan. Se van con lo que les llega por chat. Y lo que les está llegando es mucha basura bien seleccionada.

Me queda claro que en el sector empresarial, la campaña negra contra el Presidente sigue. Alguien debe estar editando tantos videos. Alguien los filtra, con objetivos claros. Alguien argumenta, tuerce y filtra. La campaña que empezó con Felipe Calderón en 2006, creo firmemente, sigue operando. No tengo la menor duda. ¿Cómo se financia? ¿La pagan los mismos de siempre?

“Señor Presidente, usted es el genio de la mercadotecnia; usted nos ha llenado de palabras pegajosas cada vez que tira un discurso”, le dijo ayer Luis Barrios Sánchez, presidente de la Asociación Nacional de Cadenas de Hoteles. AMLO se lo tomó con agrado.

López Obrador, efectivamente, ha logrado conectar directamente con la gente en sus mítines y con sus mañaneras. Pero el genio de la mercadotecnia sigue sin conectar con todos los empresarios, más allá de los líderes, que tienen una sonrisa impresa en los labios. Esa es mi percepción. ¿Cuántas veces se ha dado un baño de empresarios cuando visita una ciudad, un pueblo? Creo que pocas veces. Necesita hacerlo. Necesita conectar con ellos también. Las cámaras y asociaciones no son todo.

Su 4 por ciento de PIB difícilmente llegará con acciones de Gobierno. Necesita de ellos, de los empresarios que andan por la libre. Necesita convencerlos y, sobre todo, necesita pasar por encima de la campaña de lodo, que en 2019 sigue circulando; necesita ponerlos a trabajar de lado suyo que es, hasta donde entiendo, el lado de México.

* Alejandro Páez Varela: periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx