Andrés Manuel López Obrador informó esta semana que su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, está en Europa para “conseguir” piezas históricas y arqueológicas que serán exhibidas el próximo año en México con motivo de los 200 años de su independencia. Hoy se releva la carta que mandó al Papa Francisco. 

***

Andrés Manuel López Obrador, Presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos

Palacio Nacional, Ciudad de México, 2 de octubre de 2020

S.S. Papa Francisco
Jefe del Estado Vaticano

Hace cinco años le saludé en El Vaticano, un miércoles de octubre en la Plaza de San Pedro. Además de entregarle un presente en propia mano, le dejé una carta en la cual expresaba mi admiración por su labor pastoral en favor de los pobres y humillados del mundo.

Ha pasado el tiempo y usted sigue siendo un hombre de ideas y su proceder es consecuente con ellas. De modo que le sigo manteniendo un gran respeto como dirigente religioso y como Jefe de Estado.

Represento a un gobierno que está llevando a cabo un profundo proceso de transformación cuyo distintivo es la honestidad, la justicia y la austeridad, así como el amor al prójimo, precepto que, considero, es la esencia del humanismo. Estas convicciones y principios se inspiran en los más destacados acontecimientos históricos de México, porque en ellos estás las grandes lecciones que han recibido en distintas etapas nuestro pueblo y sus dirigentes. Tan es así que este es el motivo principal de la visita que, en mi nombre, lleva a cabo mi esposa Beatriz Gutiérrez. Ella realiza este viaje para obtener códices, objetos y documentos de nuestra historia que puedan exponerse en nuestro país el año próximo, cuando se cumplirán los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán; los 500 años de la invasión colonial española y el bicentenario de nuestra Independencia, hecho, éste último, que, por cierto, encabezaron dos sacerdotes buenos y rebeldes: Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón y cuyo profundo amor al pueblo los llevó a pagar con sus vidas la anhelada libertad de nuestra patria.

No está de más recordar que tanto Hidalgo como Morelos también lucharon, y esto es lo que considero más importante, por la justicia. Hidalgo proclamó la abolición de la esclavitud y Morelos pedía: “que se modere la indigencia y la opulencia […] que se eleve el salario del peón […] que se eduque el hijo del campesino, igual que el hijo del más rico hacendado […] que existan tribunales que protejan al débil de los abusos que comete el fuerte”.

En consecuencia, Su Santidad, sería para nosotros de mucho agrado que, en calidad de préstamo por un año, con todos los cuidados y procedimientos legales y de seguridad que sean necesarios, El Vaticano nos permita exponer en México, en 2021, los siguientes códices:

1)Códice Borgia, número de inventario: Museo Borgia, P. F. Messicano 1, de la cultura mixteca;

2)Códice Vaticano B/Codex Vaticanus, número de inventario Vat.lat3773, de la cultura náhuatl;

3)Códice Vaticano 3738 (Codex Vaticanus A o Códice Ríos), siglo XVI, de la cultura tolteca-chichimeca;

4)Mapas de Tenochtitlán.

Ahora bien. Aprovecho para insistir en que, con motivo de esas efemérides, tanto la Iglesia Católica, la Monarquía española y el Estado Mexicano debemos ofrecer una disculpa pública a los pueblos originarios que padecieron de las más oprobiosas atrocidades para saquear bienes y tierras y someterlos, desde la Conquista de 1521 hasta el pasado reciente. Ellos merecen no solo esa actitud generosa de nuestra parte sino el compromiso sincero de que nunca, jamás, se cometerán actos irrespetuosos a sus creencias, culturas y, mucho menos, se les juzgará o marginará por motivos económicos o racismo. En particular, pienso que sería un acto de humildad y a la vez de grandeza que la Iglesia Católica, independientemente del debate de si Miguel Hidalgo y Costilla fue excomulgado o no, reivindicara la gesta histórica del Padre de nuestra Patria quien, al ser acusado de hereje, se defendió exclamando:

“Abrid los ojos, Americanos, no os dejéis seducir de nuestro enemigos: ellos no son católicos sino por política: su Dios es el dinero, y las conminaciones solo tienen por objeto la opresión. ¿Creéis acaso que no puede ser verdadero católico el que no esté sujeto al déspota español?”.

Como usted seguramente estará de acuerdo, la anterior reflexión es bellísima, humana y muy vigente, por eso me atrevo a expresarle: ¿No cree que en vez de afectar a la Iglesia Católica una referencia en honor a Hidalgo y Morelos, la enaltecería y causaría la felicidad de la mayoría de los mexicanos? Solo su sensibilidad podría entender la transcendencia de dicho acto de contrición histórica.

Me despido de usted con el deseo de que podamos mantener nuestras buenas relaciones y deseándole que se conserve con salud y con larga vida. No hace falta encontrarnos, pero si algún día las circunstancias lo permiten, de nuevo refrendará mi estimación y respeto a su persona.

Le mando un cordial saludo.