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El cine está hecho para que veas la vida y te conmuevas, afirmaba Jorge Fons

September 23, 2022 - por

El cine está hecho para que veas la vida y te conmuevas, afirmaba Jorge Fons

El cineasta decía que los tiempos han cambiado en muchos sentidos al referirse a la censura.Foto Imcine

Una filmografía de ruptura y crítica es el legado del realizador veracruzano. Injusticia y desigualdad, sus temáticas motoras.



Ciudad de México

Se fue otro ser humano creativo. Su oficio y vida: contar historias dramatizadas y también de la realidad. Lo hizo en el set, en el escenario teatral y en el plató televisivo. Jorge Fons, quien dejó de respirar la noche del miércoles, era un artista de la narrativa audiovisual, un realizador que desafió la forma tradicional de hacer cine en México, transgrediendo esquemas y enfrentando, incluso, la censura.

Gracias por tu mirada y formar parte de la historia de nuestro cine, se leyó en uno de los muchos mensajes de condolencias por su muerte que amigos, instituciones, alumnos y su audiencia postearon en redes sociales.

El cine no está hecho para que pienses dentro de la sala; está hecho para que veas la vida y te conmuevas, y ya luego te pondrás a pensar, afirmó alguna vez el maestro de vida y profesor de generaciones de nuevos cineastas, que reciben la tarea de continuar con criterios propios ese cine de ruptura, crítico y social, ahora más necesario que nunca. Fons lo legó en cintas como Rojo amanecer, Caridad, Los albañiles, El callejón de los milagros…

Formas de resistencia, parte de su enseñanza

A Fons, los cibernautas le agradecieron su legado, reconocido con múltiples galardones, como el Premio Nacional de Ciencias y Artes y el Ariel de Oro; también por su prolífica trayectoria y enseñar formas de resistencia. Integrante de la primera generación de egresados del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue mentor en las dos escuelas de cine más importantes de país, sin dejar de lado su producción, que lo mantenía latiendo.

Nacido en Tuxpan, Veracruz, desde adolescente participó en teatro estudiantil y fundó, con otros colegas, el Teatro de Tlalnepantla. También estudió actuación, dirección de actores y de escena con Seki Sano y Enrique Ruelas.

Su afinidad por la escritura se expresa en artículos periodísticos y ensayos en torno al cine y a la cultura. En tiempos recientes, colaboraba en este medio con su minicolumna Diálolocos. Desde su primera película, La sorpresa (1968), su trabajo ha gozado del aprecio del público. Muchos de sus guiones llevados a la pantalla provienen de obras de la literatura universal, como Los cachorros (1972), basado en la novela de Mario Vargas Llosa; Los albañiles (1976), adaptación del libro de Vicente Leñero; El callejón de los milagros (1994), inspirado en el clásico de Naguib Mahfuz, y El atentado (2010), a partir del Expediente del atentado, de Álvaro Uribe.

Era un creativo que hablaba de las situaciones que dolían al país. En estas páginas, comentaba que para él los tópicos en la actualidad giraban en torno a la injusticia y la desigualdad, dos grandes motores temáticos en los cuales se generan un montón de historias. Desigualdad e injusticia de un sistema que no da para más y ha entrado en franca decadencia. Lo que digo son quimeras, aspiraciones a una sociedad mejor, consciente, que tuviera menos motivos para avergonzarse de sí misma, como la nuestra.

Llegó a la Ciudad de México cuando era joven y se instaló en Tlalnepantla (donde recuerdo que íbamos a funciones dobles; primero proyectaban una cinta de guerra estadunidense y luego, la estelar: una mexicana). Consideraba que ahora en México trabajar “en lo tuyo (el cine) es un lujo, sobre todo en algo como contar historias por medio de una cámara. Los compas andan muy desempleados, y es doloroso. Trabajar en cine es muy espaciado, siempre hay poco y la paga es baja. No tenemos un mercado grande y todo se hace con base en achicar los costos, principalmente los sueldos”.

Rojo amanecer, rodada a finales de los años 80 y víctima de la censura oficial en ese tiempo, es una de las películas más baratas, 379 mil pesos, y la mayoría no cobramos, compartió Jorge Fons a La Jornada.

En esa charla, se le preguntó: ¿Se podría filmar un cinta como Rojo amanecer hoy día?

Fons respondió: “Se tendría que hacer una equivalencia, algo que tuviera que ver con la circunstancia social, pero quién sabe si se haría con un rojo más intenso. En ese tiempo tenías que presentar los guiones en la Secretaría de Gobernación para su dictamen. Te hacían observación en cuanto al lenguaje, sobre no meterte con determinadas instituciones. Cuando llevé el de Rojo amanecer (de Xavier Robles y Guadalupe Ortega) todo mundo me decía que no se podía realizar y que no interesaba. Al hacer televisión con (Héctor) Bonilla, éste me dijo que quería hacer una cinta. Saqué el guion, y le dije: ‘aquí está esta’. Comenzamos a levantar el proyecto”.

Agregó: Se filmó en un departamento en Tlatelolco. Cada uno de los participantes aportó hasta en especie. Los muebles eran de mi casa, de los hermanos Bichir. Bonilla buscó a gente como Valentín Trujillo, quien también hizo lo posible para que se realizara. Todo fue discreto, hasta que acabamos la película. No teníamos una organización de producción: mis asistentes fueron mi mujer y uno de mis hijos; el escenógrafo fue un joven que nunca había hecho eso.

Represión y censura

En un encuentro con los escritores Juan Villoro y Mardonio Carballo, en el que se habló de películas emblemáticas del movimiento estudiantil del 68, Fons reiteró: “Era otra época, otro tiempo; había otra forma de trato, una gran represión, una gran censura, había que moverse demasiado derechito para estar bien con las autoridades, la apertura era algo a lo que aspirábamos, pero era muy difícil de lograr. Se mandaban los guiones a revisión a Radio Televisión y Cinematogafía, donde daban un dictamen… tachaban las groserías o los desnudos, se pedía que se hicieran con cuidado o sin mostrar ciertas partes.

“Cuando quisimos hacer la película –Xavier Robles me pasó el guion en 1987– se lo ofrecí primero a los productores que conocía, los que más trabajaban, y nadie le quiso entrar porque era un asunto de Tlatelolco. Eso era con lo que uno se encontraba cuando se intentaba hacer algo de esa naturaleza y era un guion bueno: ni siquiera vemos la plaza, excepto cuando está vacía en la mañana, no vemos el mitin ni el horrendo crimen que cometió el Estado mexicano.”

Sobre la censura, Fons sostuvo a La JornadaLos tiempos han cambiado en muchos sentidos. Hay mayor apertura. Se puede aspirar a hacer otras cosas, aunque siempre haya una presencia omnímoda que pesa. Pero también hay que recordar la autocensura, esa que dictaba que los productores, en cuanto te pedían el guion, lo hacían con prejuicio.

También se refirió a los espectadores, consumidores del cine de Hollywood, del cual hay una presencia férrea. Es muy difícil que un filme mexicano sea rentable. Sí hay cintas que trascienden y se pagan, pero punto. Hay una enorme cantidad que no se pagan y que entran a un fondo perdido, las cuales, sin embargo, son inversiones que crean movimiento laboral, porque trabaja mucha gente. Cada vez se hace mejor cine en México. Es un quehacer que hay que seguir apoyando, con las nuevas tecnologías que aportan ventajas para producir. Espero que el mexicano y el del mundo, desplazado por el hollywoodense, luchen por ese pequeño espacio.

En torno a la promoción institucional de la cultura en México, opinaba que obedecía a las reglas del momento. Hay un neoliberalismo económico total. Antes el cine mexicano tenía una presencia abrumadora, que se ha ido diluyendo. Con Salinas de Gortari y el Tratado de Libre Comercio se aceptaron condiciones para la cultura demasido desventajosas. Se acabaron las salas grandes y surgieron muchas pequeñas, en las que el precio de entrada se disparó. Ahora la gente de menos recursos ya no va a las salas, porque no puede comprar un boleto que le cuesta lo de un salario mínimo.

¿Para qué sirven los premios?, se le preguntó.

Su respuesta fue que para tener más trabajo, no. En realidad, cuando te reconocen, los productores piensan que pedirás más dinero y harás más exigencias. La verdad sirven para el ego, a fin de saber que no es tan malo lo que uno ha hecho y que se le reconce una virtud. Son una forma de saber que lo que uno piensa se entiende, que uno ha traspasado el balbuceo, que ahora hay una idea entendida por los demás.

Y sí, Jorge Fons era generoso, divertido y solidario. El miércoles con su partida dejó a algunos devastados, como indicó un bonito tuit: Ahora, los dos amigos se sentarán a platicar sobre el cine mexicano. Vivan (Felipe ) Cazals y Fons.