Monterrey, NL.

A finales de los 60 y principios de los 70, inclusive en Monterrey hubo un intento de enseñarle a la población que otro mundo era posible.
Pero todos los que intentaron eso fueron perseguidos: estudiantes, profesores, sindicalistas, inclusive clérigos.
De hecho, las cosas o se manejaron de tal manera o se salieron de control de tal manera, que el asesinato de un prominente empresario propició que en Monterrey se abrazara como ideología la ultraderecha más recalcitrante.
De nuevo, una generación después, en 2018, se intentó volver a mostrar a la gente que otro mundo es posible. Y que el pobre no es “pobre porque quiere”, que el trabajar es bueno, pero no lo es todo. Que tus derechos laborales son eso, un derecho, y no “dádivas”.
Pero eso propició una reacción feroz por parte del empresariado regiomontano. Por ello, ante la oportunidad de poder tomar control del partido de AMLO en forma local, utilizando para propósitos prácticos “porros”, no dudaron en hacerlo, igual que los utilizaron en los 70 para acorralar y frenar a los reformistas.
Pero he aquí que AMLO no los contuvo para que secarán las presas locales, ya que requerían esa agua para el “fracking” (algo de lo cual AMLO no se ha cansado de lanzar indirectas últimamente). Así que se creó una “crisis del agua” donde AMLO aprovechó para mostrar la verdadera calaña de los empresarios. Y en cierta forma, fue una forma de “desquitarse” de éstos por tomar control de su partido localmente.
El problema es que tenemos a una población sin cultura política, adoctrinada en la ultraderecha. Pero que está viendo que sus pilares, el sistema de partidos políticos y el empresariado le fallaron vilmente. ¿Qué podemos esperar de eso? Solo una palabra: caos.
Lo peor es que ya ni siquiera les podemos ofrecer a MORENA como una opción, porque están molestos inclusive con AMLO, porque vieron que el partido en forma estatal fue tomado por lo peor del priismo, y, lo más triste: porque nunca recibieron otro “adoctrinamiento” más que el de la ultraderecha. Y al fallarles esa ultraderecha, simplemente no van a creer en nada. Eso, es el primer paso para la anarquía. Pero no un movimiento de anarquismo que permita conseguir derechos laborales, como a principios del siglo 20. No, un movimiento anárquico traducido como caos político. Porque la gente, no cree en nadie, y menos le va a dar la oportunidad a alguien. Solo los que conservan el voto duro no se van a ver afectados. Pero la mayoría de la población, ahora más que nunca, no va a querer saber nada de política y/o políticos.
Eso, es otra oportunidad perdida aquí en Nuevo León. Mi generación, volvió a fallar. Tal vez, para el 2058 se pueda conseguir un cambio aquí, con la siguiente generación.
Pero tal vez ya no lo alcance a ver. Mientras, solo queda lamer mis heridas. Porque no tengo otra opción.
Y olviden los mensajes motivacionales. Si piensan que pueden cambiar las cosas aquí, porque son foráneos y no se dan una idea de la realidad regiomontana, pues los invito a venir a mi ciudad, a que me “enseñen” cómo se deben de hacer las cosas. Pero si vienen de fuera, despídanse de tener agua, para empezar.
Están avisados.