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Graduación de inmigrantes o hijos de inmigrantes, triunfo sobre dificultades, a veces extremas

May 30, 2018 - por

Graduación de inmigrantes o hijos de inmigrantes, triunfo sobre dificultades, a veces extremas

Carmen Nava y su hija, Violeta Marín, en inolvidable momento.

María Esther, morena, de finas facciones, estaba más que sonriente en un día especial. Lucía su toga y birrete por haber terminado la carrera de ciencias políticas en la Universidad de Cal State Los Angeles. A sus 22 años daba así la máxima satisfacción a su madre, Elisa, quien la abrazó , la beso y lloró. El emotivo momento la dejó sin palabras.

Elisa temblaba. Estaba viviendo un momento que siempre añoró y que llegó a creer tan lejano como imposible. Era la culminación de un período de su vida inmerso en penurias, pobreza y con las limitaciones de los indocumentados. Pero no se arredró, trabajó, luchó, dio buenos ejemplos a su hija, la condujo por buenos senderos y en momentos difíciles de conducta ingobernable, la persuadió para no apartarse de sus metas.

Ella narra su existencia en Los Angeles, a donde llegó hace 32 años, procedente de Ecatepec, Estado de México. Allá terminó la secundaria y trabajó en una tienda.  A Estados Unidos ingresó con su visa. Inicialmente, vivió en Huntington Park, trabajó cuidando a viejitos y estudió inglés. Luego conoció a quien sería el padre de María Esther, pero la abandonó cuando estaba embarazada.

Ya como madre soltera alternó su atención a María Esther con su trabajo y estudios. Siempre viviendo con limitaciones. Nunca saliendo del área angelina.

Su hija ha sido todo para ella: su motivación, su prioridad, su razón de ser. Siempre cordial la relación entre las dos, salvo el tiempo que la joven empezó a llegar tarde a casa por ir con sus amigas y novio a fiestas, cuando se puso rebelde y rompió la disciplina. A veces llegaba a casa en la madrugada y la madre era presa de un nerviosismo extremo. La joven, sin embargo, concientizó que ese era un camino inadecuado y que hacía sufrir a su madre y corrigió. Entonces, también empezó a trabajar y a procurar con esmero a su madre.

En los buenos y malos momentos, sin embargo, María Esther jamás dejó de estudiar. De carácter fuerte, sabía que la diferencia era un título profesional. Y siguió esa ruta. Para costear sus estudios trabajó en una empresa telefónica y fue embargada por el deseo de estudiar ciencias políticas. Ahora, quiere alcanzar la maestría y el doctorado, aprovechando su entusiasmo y “buena cabeza”, como dice su madre.

María Esther es la primera de su familia – que se encuentra en México- que accede a la educación superior. La joven ya ha ido a Ecatepec en cinco ocasiones y le gusta muchísimo. Allá, la familia la tienen en el centro de los afectos.

Su propósito ahora es reunir dinero para pagar a un abogado que  tramite la residencia permanente de su madre, ya sesentona.

Por eso el llanto y la alegría sin límites de Elisa en la graduación de su hija. Fue el premio a un esfuerzo mayúsculo, a un temple que le hizo sortear carencias y tristezas.

Dice que pese a todo siempre ha sido risueña y ahora la sonrisa la acompaña por el deber cumplido con su hija.

SATISFACCION SIN LIMITES

La satisfacción es el distintivo de los estudiantes indocumentados y sus familias que  se gradúan en universidades y colegios.

En la Universidad de California-Los Angeles, los estudiantes indocumentados están unidos y hacen una ceremonia entre todos, que resulta por demás emotiva.

Juan Carlos Macías, graduado en medicina, contó que para pagar sus colegiaturas trabajaba de noche y madrugadas. Llegaba casi exhausto a la universidad y a veces quedó dormido dentro de los sanitarios. Sin embargo, logró su propósito.

Una cuarentena de jóvenes latinos lucían orgullosos para la fotografía de su graduación.  Y cada uno tiene una historia de trabajo arduo, de disciplina, acción y responsabilidad.

En la preparatoria Warren, de Downey, los jóvenes indocumentados están agrupados en el Club Ideas, impulsado por la maestra Marcelena Vásquez –Fonk. Allí se interrelacionan y aprenden el abc de la vida, guiados por valores morales y culturales.

Son jóvenes inmigrantes que a partir del gobierno de Trump se sienten acosados. Jóvenes que han recibido amplia solidaridad: de padres, maestros, de sus compañeros., Provienen de diversos puntos de la geografía latinoamericana.  Etnocentrismos y otro tipo de barreras, para ellos no existen. Son una familia.

Jóvenes que sueñan. Jóvenes ávidos de conocer no sólo el presente, sino el pasado. Todos claman igualdad y respeto para ellos y sus países origen. Todos llegaron a Estados Unidos pequeños o como adolescentes. Y con Trump, todos están enhiestos, analizando la situación, las circunstancias, más que unidos, fundidos en ellos para sacar de esa síntesis la energía para encarar la dificultad del nuevo tiempo.

Por eso, su graduación tiene un valor trascendente. Un significado enorme. A eso responde su emoción sin límites al portar toga y birrete como premio al esfuerzo y como forma de hacer posible un sueño de ellos y sus familias.

Son hijos de la cultura del esfuerzo. Son jóvenes valerosos que seguirán en el camino de las aulas para lograr el cumplimiento de su meta: tener un título profesional.

¡Felicidades!