Ejército:

Tradicionalmente entendemos por ejército o fuerzas armadas: conjunto de unidades y de servicios militares del Estado. Desde una visión sociológica o de Estudios de Fuerzas Armadas y Sociedad, el ejército debe tratarse como parte de la formación y desarrollo del Estado.

El ejército, por su naturaleza, es una organización social compleja que tiene carácter público y está altamente diferenciada en su interior respecto de las demás estructuras estatales. El núcleo profesional que adopta las decisiones en su seno es a su vez un grupo social de gran influencia en el conjunto de la sociedad.

Ello se debe a la importancia, cualitativa y cuantitativa, de sus recursos organizativos; a su condición de administrador de los medios de violencia; a su elevada cohesión en comparación con otros grupos decisorios; y a su posesión de diversas tecnologías no exclusivamente militares.

Además, no hay otra entidad social que disponga de expertos en áreas tan dispares como la ingeniería, el derecho, la medicina o el aprovisionamiento. Desde otra perspectiva hay pocas estructuras complejas con una capacidad de control sobre la acción individual de sus miembros comparable, en ámbito y en profundidad, a la ejercida por la organización militar.

Militarización:

El término militarización no existe tal cual, en los diccionarios de política, más bien es militarizar: someter a la disciplina militar a personas o agrupaciones civiles. Sin embargo, las ciencias sociales registran la aparición en los años 60 de un tema que hasta entonces había sido objeto de estudios ocasionales: la presencia de los militares en la política.

Del concepto militarización, es importante puntualizar diferencias entre militarización y militarismo. De un lado, la militarización es un proceso de transformación donde los mecanismos de mediación y control propios de la política, son sustituidos por medios coercitivos, con la imposición del Estado de sitio y el establecimiento de tribunales militares para juzgar a los culpables de los disturbios o de alteración del “orden”. Del otro lado, el militarismo, primero, se entiende como la preeminencia militar sobre los civiles; y segundo, por la vinculación que tiene el concepto con la política y la deliberación militar.

Desde este concepto, acuñado por los científicos sociales y politólogos latinoamericanos, se parte de que los militares son apolíticos. Esta idea es dominante y se relaciona con las teorías de la transición y consolidación democrática en la arena política. En América Latina, el fin de las dictaduras militares fue interpretado como la recuperación del poder civil, restableciendo un tipo de relación civil-militar democrática.  

 ¿Cómo un militar puede ser apolítico, cuando pertenece a la institución más política que pueda tener el Estado: como lo es tutelar la soberanía nacional?

Función Militar:

La función militar en la sociedad se ha discutido históricamente en términos de control civil.

La función militar es un servicio del Estado a la comunidad nacional prestado por las fuerzas armadas… Se trata de una actividad de interés público por lo que la utilización del concepto Función Pública Militar supone, partir del previo reconocimiento de la existencia de un servicio público, subordinado al bien común, del que se beneficia la sociedad en su conjunto, dirigido esencialmente a cumplir los fines enunciados en el orden constitucional vigente, art. 129 c., es decir, la defensa de la soberanía e independencia del Estado junto a su ordenamiento constitucional.

Sin embargo, el control civil, no ha sido definido claramente. Presumiblemente, el control civil tiene en parte que ver con el poder relativo de los grupos, tanto civiles como militares, dentro del espectro social.  Se supone también, que el control civil se logra cuando se reduce el poder militar frente al sujeto no militar, o sea lo civil. Consecuentemente, el problema básico para definir el control civil de la función militar, nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo puede ser reducido a su mínima expresión el poder militar?

En general, existen dos grandes perspectivas: i. La visión de fortalecer al poder civil, y ii. La de maximizar el profesionalismo militar.

Control civil subjetivo:

 Fortalecimiento del poder civil

La forma más simple de fortalecer el poder civil es disminuyendo el poder militar. Sin embargo, la gran cantidad de intereses y conflictos entre los grupos civiles dentro de una sociedad determinada, hacen imposible potenciar el poder civil como un todo con respecto al poder militar. En consecuencia, el aumento del poder civil conlleva a inclinar el poder hacia un grupo civil en particular. Esto es: control civil subjetivo. El concepto general de control civil está identificado con el interés específico de uno o más grupos civiles. Cuando es impuesto por un grupo civil como un medio de aumentar su poder a expensas de otros grupos civiles, se convierte en una fórmula instrumental, considerada como “derechos del Estado”, más que un fin en sí mismo.

Así como la bandera de los “derechos del Estado” es elevada normalmente por los grupos económicos, que tienen más poder a nivel estatal que a nivel nacional en sus luchas con otros grupos que poseen más poder en el gobierno nacional, de esta misma forma el control civil es utilizado por grupos civiles que carecen de poder sobre las fuerzas militares en sus luchas con otros grupos que sí lo tienen. Como los “derechos del Estado”, el control civil puede encubrir una serie de yerros; por tanto, es inevitable preguntarse, qué grupo o grupos de civiles serán los que lleven ese control. Excepto muy recientemente en nuestra sociedad occidental, el control civil ha existido sólo en su forma subjetiva.

El control civil subjetivo es, por cierto, la única forma de control civil posible en ausencia de un cuerpo profesional de oficiales. En sus diversas manifestaciones históricas, el  control civil subjetivo -hablando de yerros- ha sido identificado con la maximización de poder de instituciones gubernamentales determinadas, clases sociales dominantes o formas constitucionales particulares.

El control civil por la institución gubernamental

Durante los siglos XVII y XVIII, las fuerzas militares en Inglaterra y América estaban generalmente bajo el control de la Corona, y el slogan “control civil” era adoptado por los grupos parlamentarios como un medio para aumentar su poder frente a la Corona. Sin embargo, como el rey y los parlamentarios eran civiles, lo que en realidad querían era propagar su influencia parlamentaria y su poder sobre las fuerzas armadas, más que tener el control civil en general. El control parlamentario era buscado, no como medio para reducir el poder de los militares, sino como una forma de poner coto al poder del rey. En el presente, en Estados Unidos, el congreso y el presidente libran una lucha parecida. El jefe del poder ejecutivo identifica el control civil con el control presidencial: el congreso es muy grande y desorganizado para controlar eficazmente a las fuerzas militares. El congreso, por su parte, identifica el control civil con el control legislativo: el congreso está más cerca del pueblo que el presidente, quien está propenso a convertirse en un prisionero de sus asesores militares. Pero tanto el Congreso como el presidente están fundamentalmente preocupados por la distribución de poderes entre ejecutivo y legislativo más que entre civiles y militares.

Control civil por una clase social

En los siglos XVIII y XIX, la aristocracia europea y la burguesía lucharon por el control de las fuerzas militares. Cada clase intentó identificar el control civil con sus propios intereses. Como la aristocracia generalmente dominaba a las fuerzas militares, los grupos burgueses liberales hicieron el más grande empleo del slogan control civil e identificaron el control aristocrático con el control militar. Las instituciones militares proporcionaban simplemente un campo de batalla para la lucha entre las dos clases que llegaba a todas las capas de la sociedad: el asunto era, sencillamente, si los intereses aristocráticos o los liberales eran los que debían prevalecer sobre las fuerzas armadas.

Control civil por formas constitucionales

Una aplicación más amplia de esta misma identificación del control civil con un determinado interés  civil  sucede  cuando  se  hace  el  reclamo  de  que sólo una forma constitucional específica -generalmente la democracia- puede asegurar el control civil. El control civil está identificado con el gobierno democrático y el control militar con el gobierno totalitario o absoluto. En los países democráticos, se arguye, la política es determinada por persuasión y compromiso; en los países absolutistas, es fijada por fuerza y coerción (o al menos la amenaza de fuerza y coerción). De allí que los militares, que dominan el instrumento más poderoso de violencia, serán más poderosos en los países totalitarios que en los países democráticos.

En realidad, empero, este argumento no es necesariamente cierto. En un país democrático, los militares pueden socavar el control civil y adquirir gran poder político por medio de los procesos e instituciones legítimas del gobierno y política democráticos, por ejemplo, Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

En un régimen totalitario, por otra parte, el poder de los militares puede ser reducido rompiendo el cuerpo de oficiales en unidades competitivas, estableciendo ejércitos del partido y fuerzas militares especiales -Waffen SS y MVD-, infiltrando la jerarquía militar con vías independientes de jerarquía con comisarios políticos y técnicas similares.

El terror, la conspiración, la supervisión  y  la  fuerza  son  los métodos de gobierno en un Estado totalitario; terror, conspiración -los comandos paralelos-supervisión y fuerza son los medios con que los civiles controlan a sus fuerzas armadas en tal Estado. Si son empleados implacable y suficientemente, estos medios pueden eliminar definitivamente el poder político de los militares, por ejemplo, Alemania en la Segunda Guerra Mundial. El control civil subjetivo no es, pues, el monopolio de ningún sistema constitucional determinado.

El surgimiento de la profesión militar transformó las relaciones civiles-militares, complicando los esfuerzos de los grupos civiles para fortalecer su poder frente a las fuerzas armadas. Tales grupos estaban entonces enfrentados, no sólo con otros grupos civiles con objetivos similares, sino también con imperativos militares funcionales nuevos e independientes. La continua afirmación de las formas   particulares de control civil subjetivo requería que esos   imperativos militares fueran o negados o transformados. Si esto no podía ser hecho, el control civil, en el sentido subjetivo, se hacía imposible.

Por tanto, era necesario innovar una nueva fórmula para regir las relaciones entre los imperativos funcionales militares y el resto de la sociedad. Mientras el control civil era simplemente un valor instrumental de grupos civiles particulares, era, por supuesto, imposible asegurar el acuerdo general sobre su significado. Cada grupo lo definía como una distribución de poderes favorable a sus propios intereses. Esto explica el peculiar hecho histórico de que, aunque el control civil era regularmente invocado en política y se escribía frecuentemente sobre él en los siglos XVIII y XIX, nunca fue satisfactoriamente precisado. El surgimiento de la profesión militar, sin embargo, al convertir a las formas particulares de control civil subjetivo en formas obsoletas, hizo también posible una nueva y más significativa definición de lo que se entiende por control civil.