La Liga 23 de Septiembre se fundó hace 50 años
March 19, 2023 - por Rubén Martín*/SinEmbargo.
A escala nacional, la dura represión contra estudiantes y jóvenes motivo a miles de ellos a considerar que la opciones de cambio de la sociedad a través del sistema político estaban cerradas, por lo que decidieron crear organizaciones políticas antisistémicas que lucharan contra el Estado, incluso con las armas.
Guadalajara, Jal.
A finales de la década de 1960 y comienzos de la siguiente, el mundo Occidental atravesaba una oleada de protestas sociales cuya expresión máxima fueron los movimientos de 1968 en Francia, en México, Brasil y otras partes del mundo. Autores como el estadounidense Immanuel Wallerstein la califican incluso de una revolución mundial. Lo cierto es que millones de jóvenes de más 30 países del mundo se movilizaban para exigir cambios políticos, sociales y económicos radicales.
En cada país la respuesta estatal fue común: la represión en contra de los jóvenes. En México la expresión máxima de esa respuesta represiva fue la Masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, Ciudad de México, en la que se asesinó a más de 300 personas, hirió a cientos y encarceló a miles de personas, especialmente a los dirigentes del movimiento estudiantil de ese año.
En Guadalajara, los intentos de vinculación de los estudiantes de la Universidad de Guadalajara (UdeG) con los del Consejo Nacional de Huelga fueron contenidos y reprimidos por el Gobierno y por la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), convirtiendo a esta agrupación en un brazo armado del Estado.
Esta respuesta represiva explica en buena medida la radicalización de las organizaciones de jóvenes y estudiantes que luchaban contra la antidemocracia en la UdeG y contra la represión de la FEG. Este contexto dio origen al Frente Estudiantil Revolucionario (FER) creado en 1970 con la intención de combatir a la FEG y democratizar la universidad. Pero otra vez el Gobierno respondió persiguiendo, reprimiendo e incluso asesinando a sus integrantes. Debido a esto, este grupo de jóvenes estudiantes se escondió clandestinamente para sobrevivir. A su vez la lucha del FER en Guadalajara se explicaba en buena medida por un amplio movimiento de jóvenes en barrios populares y de clases medias de esta ciudad.
Este es el contexto que explica el surgimiento de hasta 29 distintas organizaciones guerrilleras en las que militaron hasta dos mil jóvenes, según refirió Sergio Aguayo Quezada, basado en documento de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la antigua policía política del país. De estas 29 organizaciones, se considera que la que más militantes llegó a tener y más capacidad operativa desplegó fue la Liga Comunista 23 de Septiembre.
La Liga, como se le reconocía comúnmente, nació el 15 de septiembre de 1973 en Guadalajara, en el número 689 de la calle Porfirio Díaz (o calle 36) en una casa rentada al cura de San Juan Bosco, al oriente de la ciudad. Ocho organizaciones políticas que buscaban cambiar la sociedad a través de la lucha guerrillera decidieron crear un frente común y decidieron llevar a cabo su reunión de nacimiento aquí en Guadalajara.
Esos grupos eran Movimiento Estudiantil Profesional de Monterrey, los Procesos, los Guajiros, los “Enfermos” de Sinaloa, los Lacandones, Movimiento 23 de Septiembre, Movimiento de Acción Revolucionario, y militantes del FER de Guadalajara, los anfitriones.
Se escogió Guadalajara por facilitar el encuentro de militantes tanto del norte como del sur del país, pero también porque el FER ofrecía condiciones de seguridad para dar nacimiento a la Liga 23 de Septiembre. En esa reunión debatieron los documento fundacionales y se establecieron los objetivos: pretendían construir un partido y un ejercito “revolucionario” e “iniciar la movilización de masas (…) para destruir el Estado burgués” y “construir el socialismo”, según refiere Ramón Gil Olivo. Ciento de jóvenes decidieron luchar por esta causa, aún a riesgo de perder su vida, lo cual fue cierto para muchos de ellos.
La anterior represión del Estado mexicano contra los movimientos estudiantiles u otros movimientos armados de campesinos, como en Guerrero, fue perfeccionada y aplicada sangrientamente contra la Liga 23 de Septiembre, especialmente por parte de la Brigada Blanca. Hacia finales de la década de 1970 la Liga prácticamente había sido extinguida y sus militantes o estaban perseguidos, encarcelados, desaparecidos o asesinados.
A pesar de negarlo en público, en privado los gobernantes mexicanos sabían de la existencia y la forma de operar de esta temible policía secreta mexicana.
Aunque en público el Presidente José López Portillo negaba la existencia de la Brigada Blanca y de la autorización para poner en práctica una política represiva, en sus memorias sí admitió la existencia de dicha agencia represiva. “Se sigue desgranando la Liga Comunista 23 de Septiembre. Casi cada día caen algunos de sus miembros. La brigada creada al efecto y la gente de Durazo están haciendo un buen trabajo”, anotó con sangre fría el entonces jefe del Estado mexicano en su diario personal el 12 de junio de 1977 (Sergio Aguayo, La Charola. Una historia de los servicios de inteligencia en México, Grijalbo, 2001). Era una época verdaderamente aciaga en términos de represión política.
Se puede estar a favor o en contra de los métodos que utilizaron las organizaciones políticas guerrilleras, lo cierto es que apostaron por transformar este país para que hubiera democracia y justicia social.
A 50 años de creación de la Liga 23 de Septiembre, es conveniente reflexionar si las razones que llevaron a miles de jóvenes a estar dispuestos incluso a arriesgar sus vidas para cambiar la realidad del país ya desaparecieron o siguen presentes. Lamentablemente muchas de estas causas, como la pobreza, la explotación, la desigualdad, el despojo, y la violencia estatal siguen doliendo a los mexicanos ahora como hace medio siglo.