Las pruebas estandarizadas ya no se ajustan a las necesidades de los estudiantes, si es que alguna vez lo hicieron. Así lo declaró Dennis Shrirley, profesor de  la Escuela Lynch de Educación y Desarrollo Humano del Boston College.

En un artículo en el Commonwealth Magazine, Shrieley habló de su nuevo libro, escrito con Andy Hargreaves, titulado “Five  Paths of Student Engagement: Blazing the Trail to Learning and Success (Cinco caminos de participación estudiantil: abriendo el camino hacia el aprendizaje y el éxito)”.

Escribe:

“A medida que salimos de las limitaciones de la pandemia, finalmente tuvimos la libertad de reservar cenas y planificar unas vacaciones de verano, pero en medio de esa liberación, nuestros estudiantes estaban obligados a la política de pruebas académicas estandarizadas.

“A pesar de la oposición de todas las asociaciones educativas profesionales de Massachusetts, los designados políticos en la Junta Estatal de Educación Primaria y Secundaria y el comisionado y el secretario de educación respondieron al COVID-19 administrando el Sistema de Evaluación Integral de Massachusetts (MCAS) a los estudiantes de tercer a octavo grado para concluir el año escolar, a pesar de que el superintendente Jeff Riley había expresado que  “hemos dedicado mucho tiempo a sistemas y estructuras, a la rendición de cuentas y a los resultados de las pruebas. Tenemos que volver a la instrucción, y a la enseñanza y el aprendizaje profundos”.

“¿Qué pasa? Durante años, los defensores de las pruebas estandarizadas han estado a la defensiva porque las pruebas no mejoraron el rendimiento de los estudiantes como prometieron los reformadores. En segundo lugar, el aumento de la industria de las pruebas se correlacionó con las crecientes tasas de ansiedad y depresión entre los jóvenes. En tercer lugar, las pruebas agravaron, en lugar de mejorar, las diferencias en los logros entre los grupos raciales y étnicos, y entre las clases sociales.

“Entren las huelgas por el cambio climático que alcanzaron su punto máximo en 2019, la pandemia y la oleada de luchas raciales durante el año pasado. El triple golpe de los desafíos ambientales, de salud y sociales fue sorprendente y envalentonó a los críticos que quieren un tipo diferente de educación que hable de sus preocupaciones y aspiraciones en lugar del clamor por la rendición de cuentas de los burócratas gubernamentales distantes. Los críticos no son un grupo marginal. Durante años, las encuestas de opinión pública han revelado que la mayoría de los estadounidenses estuvieron de acuerdo en que había demasiadas pruebas en las escuelas. Los defensores se defendieron argumentando que las pruebas son objetivas, que infligen poco o ningún daño a los estudiantes y que enfatizan que lo que se enseña en las escuelas debe tomarse en serio. Si hay problemas con las pruebas, dicen, las pruebas se pueden revisar, pero no suspender.

¿Hay un escape del callejón sin salida?

Shirley cree que lo hay.

“Tenemos una oportunidad única en la vida para que nuestras escuelas se centren en la enseñanza y el aprendizaje en lugar de las pruebas y la responsabilidad. No debemos desaprovecharla. Va a ser arduo, pero las líneas de tendencia son claras: el COVID-19 está disminuyendo en EU, así que hagamos reservas para cenar y planes de vacaciones de verano, y cuando se trata de escuelas, asegurémonos de que nuestros estudiantes sean libres de aprender, y que nuestros maestros sean libres de enseñar, también”.