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Patologías políticas

October 1, 2022 - por

Patologías políticas

Monterrey, NL.

Iba o poner “patologías presidenciales”, pero las patologías no abarcan solo a los presidentes. También, a los aspirantes a la presidencia. Así que vamos a comenzar.
Hubo muchos aspavientos debido a que se “filtró” el expediente clínico de AMLO. Pero ya que muchos quieren hablar de enfermedades de los políticos, vamos a repasar algunos casos, tanto en México como en el extranjero.
Por ejemplo: el perpetrador de la masacre de Tlatelolco, Gustavo Díaz Ordaz. Poca gente sabe que el tipo tenía una miopía de 26 dioptrías. Una dioptría es un punto de graduación. Así que, si sus anteojos tienen 1, 2, 3 o lo que sea, de “puntos de graduación”, el término correcto es “dioptrías”.
Pues bien, Díaz Ordaz tenía ¡26 dioptrías! Y lo anterior me lo reveló alguien que, en su momento, lo atendió. Pero estamos hablando de que, en ese momento, el presidente de México, sin anteojos, no veía más allá de su nariz. Sin exagerar.
Luego, recuerdo también todo el alboroto porque a Vicente Fox lo iban a operar de la columna, y mientras estuviera bajo el efecto de la anestesia, había la incertidumbre de quién iba a estar a “cargo” del poder ejecutivo. Es fecha de que no veo porque en esos días se hizo precisamente todo ese alboroto. Igual, Fox siempre actuó como si estuviese “anestesiado”.
Por lo que podemos seguir con el alcoholismo de Calderón, algo de lo cual algunos de los que fueron sus cercanos colaboradores, como Manuel Espino, lo han acusado públicamente. Claro, siempre se negó por parte del susodicho, pero la duda estuvo ahí, presente, como un molesto estigma que era muy difícil de erradicar.
Y ya que hablamos de Calderón ¿cómo olvidar el desprendimiento de retina de Margarita Zavala? Algunos “opinólogos”, de lengua no solo bífida, sino también muy afilada, acusaron en su momento que dicho desprendimiento fue secundario al alcoholismo de Calderón, el cual se convertía en un marido golpeador bajo el influjo del dios Baco. Lo cierto es que, una retina se puede volver a desprender. ¿Qué hubiera pasado de estar Margarita Zavala en la presidencia?
Y llegamos con el cáncer de Peña Nieto. Muchos criticaron a AMLO por publicar un Tweet donde invitaba a Peña a renunciar por estar enfermo. Y Rafael Loret de Mola publicó que Peña Nieto no solo tenía un cáncer, sino que era un cáncer de próstata.
Pues bien, otro amigo médico, que se desenvuelve en el mundo del cáncer, me dice que sí, que Peña tuvo un cáncer. Pero que no, no era de próstata. Era de tiroides.
Para los que no son médicos, debo decirles que un cáncer de tiroides en un varón de edad madura suele ser muy agresivo. Y, en muchos casos, la esperanza de vida solo es de 6 meses. Así que, si AMLO se enteró de lo anterior, pues por eso “invitó” a Peña a renunciar, para no provocar una crisis institucional. Claro, eso lo veo como un simpatizante de AMLO.
Pero si fuera un detractor de AMLO, solo me restaría decir que el susodicho, AMLO, se pasó de ré…plica. Digo, no son formas ni momentos para escribir algo así, y estoy de acuerdo. Menos, con un cáncer que tenía muchas posibilidades de ser muy, pero muy agresivo.
Mi amigo me dice que a Peña lo “trataron de más”. Pues bueno: cuando te eliminan la glándula tiroides por medio físico o químico, te inducen hipotiroidismo. Y el hipotiroidismo, en forma congénita, se llama también cretinismo. Peña no lo tuvo en esa forma, pero, igual: eso explicaría mucho de su comportamiento.
Y terminamos con el motivo por el cual hago este escrito: AMLO, y su cardiopatía. Ya lo comenté, pero lo vuelvo a decir: de 6 terabytes de secretos militares “filtrados” ¿lo más “importante” era una patología ya de todos conocida en el presidente?
Pero ese es el problema: cuando se quiere medir la competencia de un político en base a su expediente clínico. No dejo de olvidar que Franklin D. Roosevelt padecía no solo de secuelas de poliomielitis, por lo cual muchos lo subestimaron al tener a un presidente en silla de ruedas. El pobre también padecía de sinusitis crónica, en una época donde no había antibióticos.
Así que, muchas veces, la única forma de quitarle el dolor era colocarle cocaína por medio de un hisopo dentro de los senos nasales. De hecho, se comenta que tuvo que someterse a ese tratamiento antes de dar su famoso discurso donde le declaró la guerra al Japón, el 7 de diciembre de 1941. Imaginen: uno de los más famosos discursos de la historia estadounidense ¡tuvo muchas posibilidades de ser creado en base a los efectos de la cocaína!
Otro paladín de la democracia en la segunda guerra mundial, Churchill, no solo era un fumador empedernido (como Roosevelt). Él sí era alcohólico, sin asomo de duda. No solo comía y cenaba con alcohol todos los días. ¡Desayunaba con alcohol todos los días!
La verdad, con sus formas de vida, no hubieran sido en la actualidad muy “populares” en los medios de opinión, porque representaban todo aquello que ahora es atacado por ser “políticamente incorrecto”.
Una gran diferencia con Hitler, que era vegetariano estricto y odiaba el cigarro. Un paladín para las “buenas” conciencias actuales, sin asomo de duda, también.
Así que, con lo anteriormente mencionado: ¿se animan a querer opinar sobre el desempeño de un político en base a su expediente clínico?
Yo prefiero revisar su expediente político, y dejar los expedientes clínicos donde deben de estar: dentro de los archivos de los hospitales.
Después de todo, hace rato que sé que los políticos no son “santos”, como muchos quisieran. Son humanos, muy humanos. Tan humanos, que también padecen de enfermedades.