CIUDAD DE MEXICO

La mañana del jueves 9, el Presidente Andrés Manuel López Obrador informó que el concurso para la construcción de la refinería de Dos Bocas, Tabasco, fue declarada desierta y que Petróleos Mexicanos y la Secretaría de Energía se harán cargo de su construcción mediante el esquema de subcontratación de obra que, probablemente, se le otorgue a una empresa mexicana o en su defecto a una extranjera que cumpla con las exigencias del gobierno federal.

El anuncio volvió a sacar a flote el problema de la refinación de crudo en el país, el estado de las seis refinerías con la que cuenta Pemex y la problemática, nada menor, por cierto, de que un país petrolero compre gasolinas al extranjero para cubrir el consumo interno.

Esto quiere decir que México no está produciendo la gasolina suficiente ni siquiera para el autoconsumo. Grave, muy grave resulta este tema porque se supone –subrayo– se supone que en 1997, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, se llevó a cabo una extensa y profunda modernización de refinerías en el país con miras a no sólo cubrir el consumo interno sino incluso exportar al mercado internacional las gasolinas producidas en México.

Hoy queda más que claro que el proyecto de reconfiguración de las seis refinerías de Pemex resultaron un verdadero fiasco. Fue todo un saqueo el que se orquestó desde el poder para quebrar a Pemex. De aquel proyecto resultaron muchos nuevos millonarios que actualmente no han sido molestados por ninguna autoridad. Un pacto de impunidad los cobija desde hace varios años.

En reciente conferencia, Cuauhtémoc Cárdenas, ex candidato presidencial y ex Jefe de Gobierno del Distrito Federal, expuso que no está de acuerdo con la construcción de otra refinería en México. Se refirió al proyecto de Dos Bocas, Tabasco, impulsado por el Presidente López Obrador y dijo que no es necesario construir otra refinería sino invertir en las que ya se tienen.

Cárdenas Solórzano expuso también que, al paso que va México, en el sentido de que seguimos importando gasolinas del extranjero, podría convertirse en un importador incluso de petróleo crudo, pues resulta que las grandes reservas petroleras que se descubrieron durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto pasaron de ser probadas a probables. Otro fraude, otra mentira.

Es cierto que el país cuenta con reservas de petróleo y muy bastas en todo el territorio, pero se necesita tecnología de punta, de la cual se carece en México, para extraer el petróleo de las aguas profundas o de las zonas montañosas, como es el caso de la región conocida como El Paleocanal, localizada en Chicontepec, Veracruz, un territorio rico en petróleo descubierta en los años setenta.

Tiene razón Cuauhtémoc Cárdenas cuando afirma que el Gobierno debe invertir en las refinerías que ya existen y modernizarlas. Pero el Presidente tiene la última palabra.

El recuento de daños causados al país desde 1997, cuando comenzó el proyecto de la reconfiguración de las refinerías, es muy amplio. El quebranto económico para Pemex es descomunal. Se cometieron una barbaridad de abusos. En aquellos años el entonces titular de Pemex-Refinación, Jaime Mario Willars, fue acusado de traición a la patria porque maniobró para que Pemex perdiera un juicio internacional con la empresa coreana Conproca, el cual se dirimió en un árbitro internacional con sede en París.

El gran negocio consistió no en ganar el juicio en beneficio de Pemex y del país sino en perder el juicio. Y para ello, los abogados de Pemex trabajaron conjuntamente con los de la empresa privada para orquestar la derrota jurídica de la paraestatal. Así, Jaime Mario Willars resultó multimillonario de la noche a la mañana, con la complacencia del poder en turno, entonces encabezado por Ernesto Zedillo.

El 21 de junio de 2015, después de 15 años de litigio, Pemex le pagó a Conproca 296 millones de dólares y con ello resolvieron todas las disputas legales existentes tras la reconfiguración de la refinería Héctor Lara Sosa de Cadereyta, uno de los fraudes mayúsculos que se han documentado en México.

Pemex fue demandada por Conproca y le exigió un pago de 668 millones de dólares. En este negocio participó la empresa alemana Siemens, cuyo representante en México –el empresario Jaime Camil –resultó abiertamente beneficiado gracias a las maniobras de su amigo y compadre Ernesto Zedillo.

Camil, un próspero empresario lagunero cuya historia está plagada de claroscuros, fue una pieza clave del desastre en el que terminó el proyecto zedillista de reconfigurar las refinerías de Pemex. Hasta la fecha, tanto Camil como el resto de empresarios y funcionarios públicos siguen impunes.

Luego del escándalo derivado del fiasco en el proyecto de Cadareyta siguieron otros más cuando se decidió que se modernizaran otras refinerías como Tula, Madero y Minatitlán.  A  la vuelta de más de veinte años, dichos proyectos son un fracaso y el descenso en la baja de producción de gasolinas tiene que ver con el trabajo tan chapucero que realizaron en las refinerías.

Muchas de esas refinerías, por ejemplo, no procesan los petrolíferos pesados como el Olmeca o el Maya. Peor aún, en el Gobierno de Peña Nieto las refinerías operaron a menos del 50 por ciento de su capacidad, pues el negocio de la Presidencia de la República era muy jugoso: importaban gasolinas a bajo costo y en México las vendían a elevados precios.

Por otro lado, se le dio rienda suelta al huachicol a través de la organización de cárteles dedicados al robo de combustible. Los gasolineros vivieron épocas de bonanza: compraban combustibles robados y los vendían al precio oficial, elevado tras el alza criminal de los precios. Y hasta la fecha siguen robando al consumidor al no despachar los litros completos.

Ahora que el Presidente López Obrador anunció que la licitación para construir la refinería de Dos Bocas se declaró desierta, es la oportunidad de los técnicos mexicanos para demostrar que si tienen la capacidad que antes, por intereses económicos, se les negó.

En México hay suficiente mano de obra calificada para construir barcos –lástima que los astilleros en México desaparecieron– y para edificar refinerías y diseñar toda la tecnología necesaria para hacer frente a las necesidades que exige el país: perforación en aguas profundas, exploración, entre otras tareas.

Para esas tareas fue fundado en los años setenta el Instituto Mexicano del Petróleo, para formar a los técnicos que la industria petrolera necesita y evitar así la contratación de mano de obra extranjera que, en muchos casos, se capacitaron en México durante los años de esplendor de la industria petrolera.

Para hacer realidad estas prioridades sólo se necesita voluntad política y amor por México. Y, como diría un jarocho, también se necesita una escalera grande, otra chiquita y un poco de madre y amor por el país para salir adelante.

*Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.