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Sin precedente, debacle electoral en el PRI. Culpan a Peña Nieto

July 4, 2018 - por

Sin precedente, debacle electoral en el PRI. Culpan a Peña Nieto

Conteo de votos en una casilla instalada en la delegación Iztacalco, el domingo 1º de julio.Foto Luis Humberto González Alonso Urrutia y Ana Langner

El desastre electoral del Partido Revolucionario Institucional (PRI) podría alcanzar dimensiones bíblicas por la cantidad de derrotas acumuladas –mucho mayores a las de 2000– del otrora instituto hegemónico: a la pérdida de la Presidencia se suma que su bancada en San Lázaro pasará de 203 a 45 escaños, es decir, 158 menos, y en el Senado se reducirán de 52 a 13, o sea, 39 curules menos. Eso sólo en el plano federal.

En términos porcentuales, su candidato presidencial, José Antonio Meade, alcanzó, según el Programa de Resultados Electorales Preliminares, 7.4 millones de votos. Esto significa que perdió 11.8 millones de sufragios en sólo seis años, equivalente a 63 por ciento de lo alcanzado en 2012 (19.2 millones), cuando el partido regresó al poder.

La derrota alcanza dimensiones de catástrofe en el ámbito estatal: al perder Yucatán, el tricolor ya sólo gobernará 13 entidades. Cuando el PRI cedió por primera vez la Presidencia, en 2000, preservaba 20 gubernaturas, que le permitió contrapesos necesarios con Vicente Fox mediante la creación de la Conferencia Nacional de Gobernadores.

Sin embargo, incluso en las entidades donde mantiene el Poder Ejecutivo, el PRI resentirá la derrota, porque en una importante cantidad perderá el control del Congreso, comenzando por la joya de la corona que aún mantiene: el estado de México. De 25 distritos obtenidos en 2015 (en la entidad natal de Enrique peña Nieto) ahora sólo ganó uno: Valle de Bravo. Es el escenario que enfrentará el gobernador Alfredo del Mazo.

No sólo en el otrora bastión tricolor el gobernador tendrá que lidiar con la mayoría opositora, pues además perdió el control del Congreso en Oaxaca, donde sólo ganó un distrito –frente a 16 que tenía–, para complicación de Alejandro Murat. En Hidalgo, Omar Fayad pasó de tener un legislativo con 10 curules priístas, a un escenario de un solo distrito, y Colima se quedó con sólo dos distritos y conferirá el control a Morena.

En Guerrero el legislativo también estará dominado sustancialmente por la oposición; en Sinaloa sólo ganó tres distritos, escaso respaldo para el gobernador Quirino Ordaz. En Sonora Claudia Pavlovich gobernará con un solo distrito en el Congreso. Menos adverso, pero sin evitar la minoría, en Zacatecas el PRI cederá el control a la oposición.

Del saldo rojo del PRI apenas lograron salvarse algunas entidades, como Campeche, donde el tricolor tendrá presencia importante pero lidiará con una oposición en conjunto mayoritaria. En suma: de 13 gubernaturas, en ninguna el PRI mantendrá el control absoluto.

La correlación de fuerzas en el ámbito municipal completa el escenario dantesco del PRI: de 24 capitales que estuvieron en juego, el PRI sólo ganó cuatro: Campeche, Oaxaca, Chetumal y Saltillo. Este retroceso en el poder municipal del PRI tiene otra vez en el estado de México una de sus expresiones más agudas, pues Valle de Bravo será ahora uno de los municipios más importantes bajo su gobierno, tras la derrota en Toluca y casi en toda la zona conurbada de la entidad.

La derrota en el plano federal, estatal y municipal constituyen la más grande en la historia del PRI, cuya recuperación será aún más complicada que en 2000 por la pérdida de espacios en los poderes ejecutivos. Un saldo que sólo confirma el consistente declive tricolor desde 2016, poco después de que se conocieron los escándalos de corrupción de la Casablanca y en los gobiernos de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, principalmente.

CORRIENTE DEMOCRACIA INTERNA SE LANZA CONTRA PEÑA NIETO

Un grupo de militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) responsabilizó hoy al gobierno de Enrique Peña Nieto de los malos resultados en las elecciones del pasado domingo en México, y exigió “reconstruir” la agrupación.

La corriente Democracia Interna, encabezada por el exgobernador de Oaxaca Ulises Ruiz Ortiz, publicó una carta dirigida a militantes y simpatizantes del PRI en la que afirmó que la victoria del izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien acaparó 53 por ciento de los sufragios, fue “apabullante e indiscutible”.

El candidato del PRI a la presidencia, José Antonio Meade, quedó en un distante tercer lugar, con 16.4 por ciento de los votos, y el partido no se llevó ninguna de las nueve gubernaturas que estaban en juego.

Factores como el “ninguneo a la militancia y el abandono de los comités directivos estatales” llevaron al partido a “la derrota más penosa de su historia”, argumentaron los priistas disidentes.

Tras criticar la labor de Enrique Ochoa como presidente del partido (junio de 2016-mayo de 2018), añadieron que “nunca en la historia del PRI la soberbia de una dirigencia inepta influenciada por el grupo en el poder había ocasionado tanto daño ni habían ofendido tanto al priismo”.

Los firmantes argumentaron que Peña Nieto y los funcionarios de su gobierno, “principalmente quienes han estado encargados del combate a la inseguridad y la pobreza”, así como los que cometieron actos de corrupción, son “responsables” del resultados electoral.

Exigieron que así lo reconozcan y que entiendan que “no tienen cabida en la reconstrucción del PRI”.

“No podemos permitir que sigan haciéndole daño a nuestra organización, que la aniquilen”, añadieron.

La reconstrucción necesaria, sostuvieron, debe venir únicamente de la militancia, cuando los ánimos se serenen y haya “condiciones de equidad e inclusión”.

Democracia Interna criticó el “amiguismo” que se ha dado en el seno del partido para colocar a gobernadores que utilizaron sus cargos para el “enriquecimiento personal, familiar y de sus grupos cercanos”.

Aunque la corriente no dio nombres propios, el comentario fue una referencia clara a aquellos mandatarios estatales que han acabado implicados en hechos de corrupción, como Javier Duarte o Roberto Borge, exgobernadores de Veracruz y Quintana Roo, respectivamente.

“Si queremos un PRI fuerte, dejemos que las mayorías decidan el futuro de nuestra organización política. Devolvamos el partido a sus verdaderos dueños, sus militantes”, concluye la misiva.

Aquí la carta completa.

¿Qué fue lo que pasó con nuestra organización política?

Entre otros aspectos, como todos los partidos, olvidamos que el modelo político del país es la democracia y dejamos de practicarla al interior, privilegiando las decisiones cupulares en la definición de liderazgos y candidaturas, basadas en intereses políticos de grupo, apoyadas por el poder económico, las ambiciones personales y el desprecio por la militancia.

Privilegiar la postulación de jóvenes a gobernadores no es un asunto negativo por definición, pero confundir madurez política con amiguismo sí lo es y así se dio entrada a la generación de la vergüenza. Gobernadores que dilapidaron el apoyo de sus gobernados en aras del enriquecimiento personal, familiar y de sus grupos cercanos fue el inicio de la debacle.

La percepción desde la sociedad de un gobierno corrupto, aumentó el desgaste del partido que había apenas recuperado la presidencia; el incremento en la inseguridad y la pobreza y reformas estructurales cuyos beneficios no sintió la gente, socavaron aún más el apoyo popular al PRI y a su gobierno.

Al interior del Partido, la confusión de la cúpula entre la hoja de vida académica y la experiencia política, llevó a funcionarios con altos grados académicos, pero sin el menor conocimiento no sólo del PRI, sino de las cuestiones políticas, a la dirigencia y luego a muchas de las candidaturas que de haber sido bien seleccionadas hubieran apoyado la candidatura presidencial con lo único necesario para ganar: con los votos.

Después de la decisión cupular del candidato presidencial, prevalecieron las imposiciones, el amiguismo, el compadrazgo, los caprichos de una clase gobernante insensible y prepotente. No hubo ejercicio político que privilegiara candidaturas fuertes, sólidas. En cambio, hijos, amigos, funcionarios sin carrera, ocuparon los espacios en las boletas.

Los dirigentes estatales también sufrieron el embate de las imposiciones desde el Comité Ejecutivo Nacional que los abandonó a su suerte y desanimó a la militancia en muchas entidades. No es posible olvidar y desdeñar el peso de los liderazgos locales y pretender hacer una campaña desde el centro del país. El reclamo desde los estados por la falta de apoyo de CEN es abrumador.

Luego, una estrategia de campaña a todas luces fallida, buscando al parecer un hipotético segundo lugar al dedicar más recursos en atacar al candidato Azul que a alcanzar el primer lugar en las preferencias del electorado, nos llevó al histórico tercer lugar que hoy sufrimos.

Lo señalamos en repetidas ocasiones, era indispensable abanderar las demandas de la sociedad y proponerle un cambio decidido en las políticas fallidas de desarrollo social, de combate a la inseguridad y a la corrupción. No era posible insistir en una continuidad que repudió la ciudadanía y que representaron el C.E.N. de Ochoa y la “coordinación de campaña” de Nuño. El rechazo al gobierno de la República del 80 por ciento se trasladó como rechazo al Partido.

Y luego la simulación y el engaño de una campaña que se decía sustentada en una estructura de “ocho millones de activistas” supuestamente apoyados económicamente que, de existir, hubiera resultado suficiente para ganar esta elección. La simulación y la farsa llevaron al PRI a la derrota más penosa en su historia, aún mayor a la que sufrió después de Zedillo.

Ocho millones es un poco más que la militancia priista registrada ante el INE. Y, entonces, ¿dónde se reflejó el trabajo de los sectores? ¿Dónde el voto obrero, el voto rural, el voto ciudadano? ¿En que se reflejó el trabajo de los coordinadores de las campañas a senadores y a diputados federales? La respuesta es evidente, en el tercer lugar de nuestro candidato.

Desde 2016, cuando llegó Ochoa Reza al CEN del PRI advertimos que su imposición tendría un costo elevado para el Partido. A partir de entonces, Democracia Interna señaló una y otra vez lo que consideramos que se estaba haciendo mal, que a la luz de los resultados nos da la razón y sugerimos caminos distintos para llevar esta campaña, pero no fuimos escuchados.

Sin embargo, a pesar del ninguneo a la militancia y el abandono a los comités directivos estatales, nueve millones de ciudadanos demostraron su confianza, su lealtad, su compromiso con el PRI y se manifestaron en las urnas. Nuestro reconocimiento y nuestra gratitud a todos ellos.

Pero reza el refrán que “no hay mal que por bien no venga” y esta derrota nos otorga la posibilidad de recuperarnos, de resurgir, de reconstruirnos. En un país que se dice democrático, nadie gana para siempre y nadie pierde para siempre. Son los resultados de los gobiernos los que obtienen la confianza de la población o ganan su rechazo.

Un partido político se conforma de personas que comparten ideas, metas, sueños y a partir de esa comunión realizan trabajo en la comunidad para lograr su respaldo. Esto pasa por reconocer las demandas sociales e imaginar caminos para darles respuesta.

Los liderazgos se obtienen del trabajo diario, constante, consistente al interior de ese partido que está obligado a reconocer a quienes más luchan con los cargos de dirigencia y las candidaturas. Un partido político no es un negocio donde cualquiera con un buen currículum académico puede llegar a ser gerente. No, en un partido se privilegia la militancia. Si no se hace así, sucede lo que vivimos en esta elección.

Por elemental congruencia, el Comité Ejecutivo Nacional, los dirigentes de sectores y organizaciones deben poner sobre la mesas sus renuncias. Es el momento de actuar con dignidad y ayudar a construir, entre todos, una nueva dirigencia electa por los militantes y simpatizantes, los nueve millones de electores que creyeron aún en nosotros. Quienes tuvieron la oportunidad de conducir este proceso entregaron malas cuentas: el resultado de su gestión es la derrota más dolorosa en la historia del Partido.

Nunca en la historia del PRI la soberbia de una dirigencia inepta influenciada por el grupo en el poder había ocasionado tanto daño, habían ofendido tanto al priismo. Ahí están los resultados que no permiten lugar a la duda.

Convocamos a la clase política a actuar con dignidad, con firmeza; para impulsar la vuelta del Partido a los militantes. No debemos permitir que un grupo, por influyente que sea en este momento, lo secuestre y pretenda utilizarlo, como ha sucedido, para satisfacer intereses personales.

Ya comienzan a escucharse mensajes de gobernadores y dirigentes que no ocultan sus intenciones de adueñarse del CEN del PRI con una urgencia que descubre su desesperación convertirse en interlocutores con el nuevo gobierno a través de su supuesta representación de esos nueve millones de militantes y simpatizantes. No se equivoquen, si no se abre la convocatoria a la elección de una nueva dirigencia por consulta directa, no representarán más que a sus propios intereses.

Los gobernadores deben revisar el resultado en sus estados. A la espera de las cifras oficiales, es evidente la derrota del PRI a lo largo y ancho del país. De cualquier forma, si quieren que el Partido siga siendo un actor en la vida política de sus entidades, dejen que los priistas se expresen con libertad y elijan en su momento, democráticamente, a sus dirigencias y en lo nacional no pretendan convertirse en esa especie de consejo de notables que en otros tiempos se ha constituido para decidir el destino del CEN del PRI.

El presidente Peña y sus funcionarios de primer nivel en el Gobierno, principalmente quienes han estado encargados del combate a la inseguridad, a la pobreza y quienes cometieron actos de corrupción o quienes se debieron dedicar a erradicarla, son responsables en gran medida del resultado electoral. Exigimos que así lo asuman para que no pretendan influir en la reconstrucción del Partido, entienda que no tienen cabida en la reconstrucción del PRI. Ocúpense mejor de entregar ordenadamente el gobierno y las dependencias y entidades que están a su cargo.

Reiteramos: Peña y su gabinete son los principales responsables de esta debacle, como responsables son de abrir el Partido a candidatos externos y de cerrar los espacios a la militancia; de imponer decisiones y candidaturas a placer, de promover cambios a los documentos del Partido que atentaron contra las posibilidades democráticas con el pretexto de hacer más fácil la toma de decisiones, con frivolidad, con prepotencia, auxiliados por una clase política que se prestó a esa humillación a los priistas de todo el país; con la complicidad de gobernadores, dirigentes de sectores y organizaciones y los mismos de siempre, esos iluminados cuyas acciones se convirtieron en una gran traición. No, no podemos permitir que sigan haciéndole daño a nuestra organización, que la aniquilen. En la reconstrucción debe decidir la militancia y nadie más que la militancia, por eso convocamos a la clase política del país participe en esta reconstrucción de un verdadero partido político al servicio de México y de los militantes priistas.

Hay que esperar a que los ánimos se serenen para que el proceso de reconstrucción se dé en condiciones de equidad e inclusión. Hoy los órganos del Partido, la Comisión Política Permanente y el Consejo Político Nacional están diseñados a modo del “primer priista” y de su grupo. Así no sirven, a menos que se comprometan con la democracia que debió imperar siempre en nuestra organización.

Primero debe elaborarse una convocatoria que establezca requisitos, tiempos para el registro de candidatos a la dirigencia del CEN, periodos de campaña, de ser necesario con la participación del INE para garantizar la legalidad y dar transparencia al proceso. Que no nos gane una supuesta urgencia que tiene que ver con las necesidades del grupo todavía en el poder y no con la reconstrucción del Partido, tan necesaria como el dar tiempo para que se dé en forma ordenada.

Llegó la hora de volver a ser un verdadero partido político, de militantes y simpatizantes, en el que sean ellos, y sólo ellos, quienes decidan en adelante, mediante elección directa, dirigencias y candidaturas en todos los niveles, un Partido que se comprometa con la sociedad abanderando sus demandas más sentidas y proponiendo respuestas viables a esas demandas, un PRI que promueva la democracia y que ponga ejemplo a la ciudadanía ejerciéndola plenamente a su interior, vigilante y crítico siempre del actuar de los gobernantes, de los servidores públicos y de los legisladores, tanto los surgidos del propio partido como los emanados de otras fuerzas.

Proponemos a la militancia que el PRI defina como la única vía para la elección de dirigentes y candidatos en todos los niveles, la consulta directa y que revisemos las prioridades del Partido para dejar plasmada una posición ideológica de centro- izquierda, que dibuje su proyecto de nación a través del combate frontal e inteligente a la inseguridad, de la lucha sin descanso por acabar con el peor de los males que es la pobreza, que combata a fondo la corrupción proponiendo leyes más severas y al interior del Partido tolerancia cero en caso de que sean militantes de nuestra organización. Vamos por un cambio de fondo en el enfoque de la economía que en los últimos 35 años no han dado resultado empobreciendo más a los mexicanos, por una nueva política económica que ponga en el centro el bienestar de las familias y por una nueva política de desarrollo social que impulse el desarrollo de capacidades y promueva eficazmente el empleo.

El reto del PRI es su reconstrucción y los priistas tenemos capacidad y fortaleza para lograrla; pero sólo será posible mediante el rescate del orgullo de pertenecer a una organización que represente a su militancia y le permita participar libre y democráticamente en sus definiciones. Perder el gobierno de México es, otra vez, la oportunidad de renovarnos y de presentar un rostro distinto a la sociedad que en este proceso ningún partido mostró: el de la democracia que surge del interior y se proyecta hacia el futuro.

No dejemos que ocurra lo mismo de siempre y que este Partido, que a pesar de todas las circunstancias adversas que enfrentó en este proceso electoral, fue capaz de obtener el respaldo de nueve millones de mexicanos, regrese a las prácticas que lo llevaron al tercer lugar del apoyo ciudadano y a una muy reducida presencia en las cámaras y a perder las nueve gubernaturas en juego, a ser minoría en los congresos locales y a perder la mayor parte de los municipios con mayor población.

Es la hora del cambio, de derribar mitos, de reencontrarnos en la discusión abierta de nuestra realidad y de modificarla para volver a ser un actor importante en la construcción del México del Siglo XXI. Es la hora de la militancia priista.

Convocamos a todos quienes creen como creemos en Democracia Interna, que el PRI debe seguir contribuyendo a forjar la grandeza de México, a la reconciliación de todas las corrientes, de todos los grupos, pero a hacerlo sin prejuicios, sin acuerdos en torno a tal o cual figura. Si queremos un PRI fuerte, dejemos que las mayorías decidan el futuro de nuestra organización política. Devolvamos el partido a sus verdaderos dueños, sus militantes.