El Gobierno federal mexicano debe voltear a ver la caída de ingresos de hogares con hijos. El confinamiento de ocho meses, que priva a los menores de juegos o convivencia y los expone a violencia intrafamiliar, está teniendo ya efectos emocionales y de rezago educativo. Los niños y niñas han estado agresivos, no han dormido, presentan dolores de cabeza, y viven en un ambiente de estrés por falta de ingresos y comida. Menores de tres años no están siendo vacunados ni amamantados, sobre todo en niveles económicos bajos. A largo plazo, los impactará de por vida al generarles trastornos de ansiedad, depresión o fobia social, alertaron especialistas.

Dulce Olvera/SinEmbargo.

Ciudad de México

Tres hermanos, aún con pijama, salieron de la casa de lámina donde viven en un campamento de damnificados por el terremoto de 1985, al norte de la Ciudad de México. Era horario de clases. El trío en edad de nivel primaria se metió a la tienda de abarrotes dentro de la zona habitacional. Compraron golosinas y se regresaron a casa. A la entrada, Manchas ladraba amarrado. Otra niña salió a calmarlo. Un día antes, también en horas de escuela, su hermana menor de edad caminaba sola por las calles sin cubrebocas con otro perro callejero, Lobo.

Hasta el momento se ha visto que es raro que un niño o niña presente enfermedad grave por la COVID-19, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Pediatría. La mayoría de los niños infectados presenta síntomas leves o moderados y se recupera en una o dos semanas. Esta semana, la Secretaría de Salud (SSA) reportó más de 300 fallecimientos de menores de edad y más de 29 mil casos positivos acumulados en el país. El riesgo de enfermedad grave es mayor en los bebés menores de un año y los niños con otros problemas de salud como cáncer, diabetes, uso de diálisis, enfermedad del corazón, enfermedad pulmonar que necesita oxígeno y parálisis cerebral.

Sin embargo, el impacto a corto y largo plazo es emocional por el confinamiento, que implica escasez de juego o convivencia con otros niños, confusión e incluso violencia intrafamiliar. También genera rezago educativo por las clases en línea no accesibles para todos, expusieron especialistas. Más de 4.5 millones de niños y niñas (15 por ciento de la población estudiantil) han dejado de tener contacto con las clases o su contacto es irregular, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Un niño juega con una mariposa en Morelos. Foto: Cuartoscuro.

“Los padres están rebasados. Hemos visto que dependiendo la edad el impacto va cambiando. Los más afectados son los niños escolares que no salen para nada y tienen que tomar todas las clases en línea. A veces se quedan hasta las cuatro de la mañana en los dispositivos digitales, por lo que tienen problemas de sueño e irritabilidad que a la larga pueden convertirse en problemas de psicopatología como depresión, trastorno de ansiedad y fobia social como miedo a salir que limitará sus vidas. Los niños más chicos no quieren comer porque quieren salir y su berrinche se vuelve un círculo vicioso porque irrita a los padres; se desesperan y actúan de maneras no adecuadas”, dijo la doctora Fayna Esquivel Ancona, especialista en psicoterapia infantil, quien ha atendido casos desde la Facultad de Psicología de la UNAM. “El confinamiento, a veces en espacios muy pequeños con muchas personas, ha deteriorado las redes familiares y las dinámicas económicas (desempleo o dónde dejar a los hijos), por lo que hay mucho estrés de los padres. Eso incrementa mucho la violencia en el hogar y las comunidades”.

 Infancia es destino, dice una rama del psicoanálisis. Pero, alertaron los investigadores, el Gobierno federal no ha implementado políticas públicas enfocadas a este sector de la población para frenar la denominada generación perdida, más allá de una conferencia vespertina de la Secretaría de Salud el Día de la Niñez hace siete meses, cuando se enviaron más de 7 mil 500 videos con preguntas, comentarios y dibujos, incluyendo de infantes con enfermedades o alguna discapacidad.

“El desarrollo metabólico y cognitivo de niños, niñas y adolescentes está directamente vinculado al movimiento y socialización. Ahora los menores están en casa, se les ha limitado el acceso a parques infantiles, a encontrarse con su red de amigos y están en espacios familiares con violencia que los estresa, porque nuestra sociedad sigue siendo profundamente machista y el desempleo masivo ha aumentado los problemas de salud mental e ideas suicidas del mundo adulto que les rodea”, aseguró Juan Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).

“Esto se está traduciendo en retrasos, por lo que la Organización de Naciones Unidas (ONU) advirtió que hay un riesgo en pérdida generacional, por lo que es importante que el Estado mexicano tenga una respuesta para reducir el impacto. Pero el Gobierno federal ha sido mediocre. Después de ocho meses de pandemia no hay hasta ahora ninguna campaña o estrategia específica para niños, niñas y adolescentes”, agregó.

Un niño juega basquetbol en la Ciudad de México. Foto: Cuartoscuro.

En el caso de Inglaterra, algunos niños chicos han olvidado comer con cubiertos, palabras y números, y otros han vuelto a usar pañales ya que la pandemia y los cierres de las escuelas han causado estragos en su aprendizaje, informó la Oficina para los Estándares Educativos, Servicios y Habilidades para Niños (Ofsted).

“Estas actitudes regresivas no las hemos visto aquí. Son en función de un deterioro cognitivo que generalmente se presenta en personas mayores. Pero tanto tiempo de confinamiento y sin la atención de antes puede alterar su desarrollo cognitivo”, aseveró la psicoterapeuta infantil de la UNAM, Fayna Esquivel. “Podemos pedirle al Gobierno un modelo híbrido, donde haya más pruebas y cultura de cómo cuidarse, para mejores condiciones para la niñez. Por ejemplo, hay una escuela particular que dedica toda una semana a la diversión y salud; no se conectaron a clases para cambiarles de chip”.

Para solicitar apoyo psicológico para mejorar la relación padres-hijos, como manejo de emociones, horarios y dinámicas de juego-aprendizaje, la Facultad de Psicología de la UNAM tiene abiertos los teléfonos: 5025-0855 / 562-22288.

DE LA FALTA DE INGRESOS A LA ANSIEDAD

Una niña menor a 10 años lloraba hastiada en un edificio de departamentos mientras su madre trabajaba realizando la limpieza de los pasillos. Una semana antes había planeado llevar a sus hijos al pueblo de sus padres, pero no se concretó.

–¡Cállate! ¿Qué te pasa? –le gritó. Así llevan más de medio año.

Como los hogares con hijos han sido los más afectados al tener más necesidades por cubrir, UNICEF México, Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, la Universidad Iberoamericana y otras organizaciones están levantando encuestas telefónicas para entender las afectaciones ya reportadas en el desempleo, los ingresos, la inseguridad alimentaria y la salud mental por la pandemia en México. Los resultados más actualizados son de agosto y ya preparan los de noviembre.

“En todos los indicadores que vemos, a los hogares con niños les va peor”, sentenció Graciela Teruel Belismelis, directora del Instituto de Investigaciones sobre Desarrollo Sustentable y Equidad Social (IIDSES) de la Iberoamericana. “Podría mitigarse con una transferencia temporal de ingresos del Gobierno federal mientras los hogares pueden regresar a una vida donde puedan tener un trabajo. Nosotros preguntamos directamente en los hogares de cuánto tendría que ser la transferencia para que pudieran satisfacer sus necesidades: la mediana con hogares de dos hijos o más requirió 5 mil pesos mensuales”.

En términos de empleo, la pandemia tuvo un impacto sin precedentes. La desocupación en esas familias aumentó sobre todo en mayo (15.2 por ciento) porque se paró la economía por las medidas de sana distancia, aunque a partir de mayo se ha venido recuperando poco a poco. Pero en julio había todavía 4.5 millones de personas sin empleo (desocupados, los que no pueden salir a buscar un puesto o los descansaron). Pero, especificó la economista, esa ligera recuperación no se ha traducido en mayores ingresos para los hogares con hijos.

“Encontramos que en siete de cada diez hogares con niños y niñas se han visto reducidos sus ingresos desde que empezó la pandemia, y en promedio la caída ha sido de 32 por ciento”, expuso Teruel. “Los ingresos no se han recuperado”.

La inseguridad alimentaria puede detonar ansiedad en la niñez. Gráfica: #ENCOVID19Infancia.

Ante la disminución de ingresos en hogares con hijos, la seguridad alimentaria también ha caído drásticamente. Antes de la COVID-19, documentó la investigadora, 45 por ciento de la población tenía acceso a alimentos adecuados y de calidad. Pero a partir de la pandemia bajó a 21 por ciento en julio, es decir, solo uno de cada cinco hogares en México tiene acceso a alimentos adecuados y de calidad para sus hijos.

“¿Cómo llegamos del 45 al 21 por ciento”?, lamentó la economista. “Lo que ha aumentado es la inseguridad alimentaria leve y también la severa (de 8 a 15 por ciento); una preocupación de los hogares por no tener acceso a alimentos adecuados o que ya le hacen falta alimentos, respectivamente”.

En el caso de la infancia mexicana, la desnutrición impacta sobre todo en los primeros mil días de vida al tener un efecto en su crecimiento a mediano y largo plazo, dijo Teruel, a quien le preocupa que menores de tres años ya no están siendo vacunados ni están siendo amamantados durante esta crisis sanitaria por la creencia, sobre todo en hogares con menores ingresos, de que no debe darse lactancia materna en esta época.

Finalmente, la falta de acceso a la comida por desempleo y caída de ingresos, desemboca en síntomas de ansiedad. “La gente está sufriendo en promedio severas limitaciones económicas, ya sea a través del ingreso o la pérdida de empleo. También está teniendo problemas para satisfacer todas sus necesidades de alimentación, lo que ha hecho que la gente esté preocupada, sumado a la preocupación e incertidumbre por el contagio de la COVID-19 misma. Todo esto se está traduciendo en indicadores de ansiedad que no han bajado desde abril”.

En números: uno de cada tres hogares mexicanos ya padecen síntomas severos de ansiedad, lo que aumenta en familias con niños. Si tienen más de dos hijos, la prevalencia de esta enfermedad se registra hasta en 36 por ciento. Es decir, reiteró la economista, la incertidumbre es peor cuando hay menores.

 EL REZAGO EDUCATIVO: PÉRDIDA GENERACIONAL

Respecto al rezago educativo, la encuesta reflejó los obstáculos, sobre todo de niveles económicos bajos, para ver o escuchar la programación de “Aprende en Casa”, implementado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) en todos los medios posibles.

“Nueve de cada diez hogares reportó que sus hijos pudieron tomar clases a distancia durante la cuarentena”, celebró Graciela Teruel Belismelis, directora del Instituto de Investigaciones sobre Desarrollo Sustentable y Equidad Social (IIDSES) de la Iberoamericana. “La mayor parte de los estratos altos, un 73 por ciento, se conectó a vía internet, pero en estratos bajos cuatro de cada diez, sobre todo gastando sus datos en el celular”.

Los que sí pueden acceder a internet y clases en línea de este programa público, el 79 por ciento reportó en mayo dificultades como falta de computadora o internet (48.5 por ciento), falta de apoyo de maestros (31.4 por ciento), los menores se distraen (21.1 por ciento), falta de conocimientos (17.1 por ciento) y falta de libros y material didáctico (4.9 por ciento).

En los hogares con hijos con menores ingresos los niño y niñas acceden menos a clases públicas en línea. Gráfica: #ENCOVID19Infancia (Mayo 2020)

“Se ha regresado a los niños 40 años atrás por la idea de transmitir la clases por televisión. Los niños y niñas ya no son consumidores de televisión. Ocho de cada diez usan dispositivos móviles. Y este método tradicional de estar en el mismo lugar a la misma hora mirando al mismo lugar no aplica. Por eso el fracaso”, afirmó Juan Martín Pérez de Redim. “La SEP está en un autoengaño al decir que les va bien”.

La psicoterapeuta infantil Fayna Esquivel agregó que se han registrado conflictos al tener que compartir una sola computadora o celular entre los hijos para tomar las clases en línea. “No tener los recursos necesarios genera mucha inestabilidad, enojo, ansiedad y desesperanza, porque no saben cuándo terminará”, planteó.