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Joven osado puso en jaque al Estado Mayor Presidencial del entonces Primer Mandatario, Miguel de la Madrid

January 11, 2025

Ignacio Córdova Navarro.

Ciudad de México, 1 Diciembre 1983

El cumplimiento del deber me hizo caer en una acción temeraria que gracias al propio Jefe de la Nación, Miguel de la Madrid Hurtado, no fui golpeado o quizás arrestado por el Estado Mayor Presidencial.

Como siempre, llegue minutos antes de las 09:00 horas a la Sala de Redacción del periódico El Nacional. Ese día sabía muy bien que sería pesado, pues ese sábado el Presidente de la República daría su Primer Informe de Gobierno y el trabajo en aumentaría considerablemente. Así que antes de llegar a mi centro de labores  desayuné fuerte en casa, sin saber que me depararía el destino.

El jefe de información, Guillermo Pacheco, también llegó temprano y se puso de inmediato a revisar los periódicos, a preparar las órdenes de trabajo del día y a responder las llamadas telefónicas que le llegaban a su oficina.

No había transcurrido 15 minutos que habíamos comenzado con nuestras labores cuando una llamada telefónica entró al despacho de Pacheco.  En ese preciso momento entre a su oficina cuando de pronto el jefe aventó el aparato y estalló: “Me lleva la….. No es posible”.

Con la confianza que le tenía a Pacheco le pregunté? “Memo qué pasa? Y me respondió: “No sabes que problema para conseguir las acreditaciones para cubrir el Informe y Sánchez no llegó por andar de borracho…Ya me están pidiendo en Presidencia la acreditación y no tengo manera de hacerla llegar”.

Y respondí raudo: “Yo lo llevo, nada más dime a donde, a quien se la entrego”….De veras? me contestó. Y dije: “Seeeee”.

Con voz firme y un semblante que le cambio de blanco a su color natural me dijo: “Bájate a la puerta, y aborda la moto de la policía que está de guardia para que te lleve a Palacio Nacional. Ahora le llamo para que se vayan rápido. Cuando llegues a la puerta de Palacio te va a recibir Paco”.  (Francisco Ramírez era el reportero de Presidencia)

Pues ahí voy montado en la moto con sirena abierta y pasando todo el blindaje colocado en las calles del Centro Histórico hasta llegar a Palacio Nacional. El motociclista me pregunto si me esperaba y sin saber porque, le dije: “No, váyase”.

La entrada a Palacio Nacional

Me quedé parado volteando para todos lados. En la entrada elementos del Estado Mayor vestidos de civil. Y de Paco, ni sus luces, cuando de pronto escucho que desde uno de los balcones Francisco me está llamando y me hace la seña de que me pusiera la acreditación y que me pase a la Sala de Prensa.

Jamás en mi vida me había puesto una acreditación de prensa de la Presidencia de la República y mucho menos entrar a Palacio a zonas donde el público en general no tiene acceso. Pues bien, ahí voy para adentro con cierto “temor” pues apenas era un chamaco que ni corbata traía y sin saber si los celosos militares me detendrán.

Recordé que yo provengo de familia militar y de pronto no sé de donde saqué valor y que me pongo de frente a uno de ellos: “Buenos días, la sala de prensa”. “Pásele joven, está a la izquierda, suba por el elevador al primer piso”.

Una vez que entré se escuchaban el repiquetear de las máquinas de escribir y el murmullo de los periodistas de la fuente trabajando. “Disculpe el señor Francisco Ramírez”,  Pacooooo te buscan. -Hola Nachito, háblale a Memo, toma el teléfono que tienes enfrente-.

¿Nachito donde estás?

-En la sala de prensa con Paco.

Muy bien. Mira, dentro de una hora va a llegar una camioneta del periódico con mil ejemplares. Se va a estacionar frente al Departamento del Distrito Federal. Recíbelos y los metes a la sala de prensa. Ya hablé con Paco para que un militar te acompañe y te ayude a meterlos. Cuando los tengas me hablas. ¿Alguna duda?

-No señor, en una hora bajo y veo quien me va apoyar.

Y así fue. Llegó la camioneta con los periódicos en la que se hablaba del informe y las acciones del Presidente durante su primer año de gestión. Empaquetados, un soldado y yo los llevamos a la puerta de Palacio y ahí otros compas nos ayudaron a subirlos a la Sala de Prensa.

-Listo jefe, ya tengo los diarios-  Pensé que me diría que ya me regresara, pero resultó todo lo contario.

Muy bien Nacho, a ver una pregunta. ¿Quién es el Gobernador de Colima?

-No es gobernador, es gobernadora y es Griselda Álvarez-

¿Y el jefe de la Policía del Distrito Federal?

¿Y el secretario de Hacienda?

¿Y el secretario de Gobernación?

Ignacio Córdova, en la actualidad.

La misión, entregar el periódico a Bartlett

-Le fui respondiendo uno a uno- y me dijo, a caray si te la sabes, pues bien, dentro de un rato el Presidente regresa a Palacio Nacional y se va a tomar la foto en patio central con su gabinete, con los gobernadores, con embajadores y quiero que cuando vayan saliendo les vayas entregando el periódico. Un militar te va ayudar, tú lo diriges, pero el que me importa que tu se lo entregues en propia mano es a Manuel Bartlett, Secretario de Gobernación, ok?

-Si señor-

Entonces comencé a imaginar por dónde saldrían los funcionarios para entregarles el ejemplar del periódico, pero de pronto se me ocurrió lo que jamás pensé que podría hacer. Entregárselo en propia mano al Presidente Miguel de la Madrid.

El Jefe de la Nación arribó a Palacio Nacional y desde dentro de la Sala de Prensa se escuchaba el movimiento del Estado Mayor. Me salí para ver si lo visualizaba, pero el Presidente ya se había ido a su despacho.

La puerta de cristal para ingresar al pasillo que conduce a la oficina presidencial estaba abierta. Se me ocurrió entrar y nadie me dijo nada. Afuera del despacho una silla donde me senté mientras observaba los grandes cuadros de los Presidentes que han ocupado este recinto.

-Aquí lo espero a que salga, está dentro acomodándose la banda presidencial, lo saludo y le entrego el periódico-

Aja, ¿Y de qué quieres tu nieve de limón? Resulta que dos minutos antes de que saliera el Presidente un oficial del Estado Mayor me vio y me dijo. “Chamaco que andas haciendo aquí, vámonos al salón….para la salutación.

Ya no lo pude hacer, pero ahí voy al salón señalado y me dije, “me formo, lo saludo y le entrego el periódico”

Aja. ¿Y de qué quieres tu helado de piña? Pues ni me formé, ni pude pasar por la línea de seguridad entre la prensa y los funcionarios.

Maldita sea me dije…Se me fue otra vez.

El Presidente de la Madrid bajo a patio central y comenzó la sesión de fotos del gabinete, embajadores e invitados especiales. En fila india iban saliendo los funcionarios y con el militar vestido de civil  nos pusimos a darles el periódico.

De pronto se me ocurrió una idea. ¿Y si lo espero en las escaleras a la hora que se regresé y ahí se lo entrego?  Entonces le dije al compa que me estaba ayudando, síguele, yo voy a entregar por el otro lado. Y que me pongo a unos metros de la escalinata que sólo se usa en esa ocasión.

Mirando desde ese punto observaba como el jefe del Estado Mayor le indicaba al Presidente qué hacer en el estrado que habían colocado en el centro de patio central para la foto, pero de pronto el Presidente se quedó solo y volteó como esperando ¿qué sigue? Pero como nadie le indicó nada y nadie subía a la foto comenzó a caminar hacia las escalinatas donde me encontraba.

Debajo de los soldados

De la Madrid y sus escoltas. 

Los guardias presidenciales no se habían dado cuenta que el Presidente venia hacia ellos, hasta que a unos 10 metros de la escalinata formaron la valla y que me paso por debajo de los soldados, -gracias  a que no soy alto y estaba muy delgadito- para ponerme enfrente del Presidente.

Sentí un jalón en mis hombros, pero el Jefe de la Nación al darse cuenta que me estaban jaloneando le marcó el alto al soldado y me hizo la seña de que me acercara.

Un enorme silencio se hizo. Los soldados sudaban –se nos metió un chamaco- Caminé y al momento de entregarle el periódico en propia mano le dije. “Señor Presidente, el informe que acaba usted de rendir a la Nación”. Lo abrió, vio el cabezal de EL NACIONAL y se lo entregó a su secretario.

El Presidente me dio la mano y continuó su camino, en tanto que de pronto sentí como me tomaron de los hombros y me sacaron violentamente de ahí. Pensé que eran los soldados, pero oh sorpresa, era mi compañero, el reportero Miguel Segundo González, quien había visto lo que acaba de hacer y zarandándome me dijo. ” ¡Nacho que hiciste!” –en ese momento pensé que me estaba regañando, pero no, era la euforia de lo que había visto y que grita. “Muchachos, muchachos, ya vieron lo que hizo este muchacho”.

Les gritaba a los reporteros de la fuente que estaban haciendo las entrevistas de banqueta a funcionario que se dejaba. Estos voltearon y preguntaron. ¡Este cab…le acaba de entregar al Presidente el periódico saltándose la valla del Estado Mayor Presidencial.

Y como moscas en la miel que me rodean y entre grabadoras y cámaras me surtieron no a golpes, sino de preguntas, que quien era, como me llamaba, que estaba haciendo ahí, que como burle la valla, etcétera, etcétera.

Segundo González no salía de su asombro. “No ma…pin…Nacho, te volaste la barda” y yo todavía atarantado –me está regañando o esta emocionado, hice bien, hice mal-, ¿qué pasó?

Subimos a la Sala de Prensa y todavía no acaba de entrar cuando gritan “Igaciooo Córdovaaaaa.”  -aquí estoy-  le llaman.

Era Jorge Vera, quien ese día estaba cubriendo Estados. “Nacho, que hiciste? El jefe quiere hablar contigo. –upsss, si la regué. Ni modo-.

“Nachito, que pasó, dime que hiciste, ya toda la redacción sabe que le entregaste el periódico al Presidente.  –Resulta que el fotógrafo de El Nacional me tomó la foto en el momento en que el Presidente me dio la mano y se la llevaron al Director General , Mario Ezcurdia Camacho, quien bajo a la redacción y llamó a todos para enseñarles la foto y decirles lo que había hecho.

Reacciones de asombro

Temeroso de que había cometido un error, comienzo a platicarle paso a paso lo que había hecho y disculpándome de que no había podido cumplir su orden de hacerle llegar al Secretario de Gobernación el diario.

“Mi Nacho, no sabes que cerrojón de oro hiciste con todo el trabajo que hicimos al elaborar la edición del informe presidencial. Tus compañeros están muy contentos y me están escuchando. Pero bien, ya sé que tu horario de trabajo ya pasó, pero ya solicité que te den de comer y quédate un rato más para que les ayudes a los muchachos.

En este oficio no hay horarios, ni fechas en el calendario. Estas en una misión y tienes que cumplirla, más si es un debe de debe (orden directa del director).

Temor a ser detenido

Después de comer con mis compañeros, Paco Ramírez me pidió que le ayudara a escribir y comenzó a dictarme la nota cuando de pronto un Teniente Coronel y un Policía Militar se pararon en la entrada de la Sala de Prensa y preguntaron. “Buenas tardes, ¿ quién fue la persona que le entregó el periódico al señor Presidente”?

Se me cayeron los calzones…Me van a llevar al Campo Militar y de ahí ya no saldré. – Paco, Paco, avísale al Director, que no me deje morir solo-.

Párate Nacho, no pasa nada, aquí te hacemos el paro.

Aja. Y de qué quieres tu helado ¿ de chocolate?. Sabía muy bien que una vez detenido, no hay poder de ninguna índole que te liberen de los soldados.

Pues que me levanto, Ambos se me acercaron y al verme el Teniente Coronel me preguntó: “Usted fue quien le entregó un periódico al Presidente?

-Si señor.

“Y como se llama?”

-Ignacio Córdova Navarro, a sus órdenes señor-

“Donde trabajas”

-Soy el ayudante de redacción del Periódico El Nacional, Señor”

Se me quedó viendo como diciendo, -Como es posible que este chaparrito nos burló-

“Muchas gracias, esos son los jóvenes que este país necesita” me dio su mano, se dio media vuelta de manera muy marcial y se salió.  De nueva cuenta los reporteros de la fuente sobre mí. “que te dijo” que le dijiste”.

Y otra llamada telefónica…”Nachooo, teléfono” Era de nueva cuenta Jorge Vera, “Nacho el jefe quiere que te regreses a la redacción. Ya vente.

Eran las 19.30 horas de ese sábado. Me despedí de mis compañeros y de los reporteros y me salí rumbo a la redacción. El gafete que debí haber entregado en la mañana lo llevaba puesto todavía y al entrar al metro un policía al verme se cuadró. Entonces que lo guardo.

Al llegar a Ignacio Mariscal 25, Colonia Tabacalera, -mi segunda casa- el policía me abrió la puerta y otro, tenía detenido el elevador. “Señor lo están esperando”  voltee de inmediato hacia atrás, pues al único señor que lo esperan con el elevador es al Director General, pero no, se referían a mí.

Al llegar al tercer piso y entrar a mi añorada redacción, mis compañeros se levantaron de sus asientos y comenzaron aplaudir. De nueva cuenta voltee para atrás. “Pues quien llegó”

Nachito es para ti este reconocimiento me dijo Jorge Vera, y de pronto no sé de donde salió una grabadora y comenzaron hacerme una entrevista.

Felicitaciones cálidas

Nacho, pásale a la oficina del jefe, te está esperando.

Entré a su despacho y Memo se levanta de su asiento y me dice. “Mijo déjate dar un beso en el ombligo, a ver platícame, siéntate, platícame a detalle que pasó?

Y ahí va la historia de nuevo…Qué bárbaro eres, mira ya sé que mañana domingo descansas, nos vemos el lunes y por vía de mientras muchas felicidades.

Regresé a casa y que me voy dando cuenta que el gafete todavía lo traía. “En la madre, no lo regresé”.

Llegué a cenar y cuando me puse a platicarle a mi papá lo que había hecho, me hizo ver que me había arriesgado mucho y que la suerte me acompañó al no ser arrestado y llevado a la cárcel militar. Entonces me comenzó a caer el veinte. Ha chispas, con razón tanto griterío y preguntas de reporteros y soldados.

Dormí dormí, dormí con un cuerpo adolorido, ese que se siente que cumpliste con tu deber y ya te ganaste la cama –y quizás una cerveza-

El domingo por la tarde recibí una llamada de mi amigo el licenciado Octavio Medal Castellanos, para avisarme que el lunes sería llamado a la oficina del Director General.

Otra vez entré en duda. La regué…creo que ahora si no me escapo de una buena regañada.

Mario Ezcurdia  Camacho era un hombre que cuando le cumplías te premiaba, pero con tantito que le fallaras te corría con la mano en la cintura y me dije, ya valí. Pero en fin a ver qué pasa.

Llegue el lunes por la mañana a trabajar a preparar las hojas para hacer las órdenes de trabajo y revisar la agenda a fin de que al momento que llegara el Jefe de Información estuviera todo listo.

Memo Pacheco llegó y de nuevo me dijo, Nachito, déjame darte un abrazo, siéntate a la máquina te voy a dictar las órdenes.

En eso estábamos cuando de pronto Pepe Bataller, el Gerente del periódico en mangas de camisa y la corbata a medio abrochar bajo a la redacción y le hizo una seña a Pacheco.

-Nacho, ponte tu saco, nos habla Don Mario…

El premio del director general, don Mario Ezcurdia

Otra vez se me cayeron los calzones. Me va a pedir explicaciones y le va a decir a Gerente. “Pepe, Pepe, el cheque del señor que se nos va”  su frase favorita cuando despedía a alguien sin ningún miramiento.

Al entrar a su despacho como eso de las 11:00 horas, tenía todas las cortinas bajadas y sólo una lamparita encendida en su escritorio que permitía ver sus ojos azules y el Raleigh extra largo que estaba fumando.

A su izquierda en el sillón, el personal de confianza. El jefe de información, el de fotografía, el de recursos humanos, el gerente,  el Jefe de Redacción, la cajera, a quienes al momento de verlos los saludé a todos de mano.

Me paré frente a Don Mario, que con sus ojos penetrantes y echando una bocanada de su cigarro me dijo: “Con que usted fue quien se le entregó el periódico al Presidente”

Su piel blanca, su pelo cano, sobresalía de la oscuridad que contrastaba con el humo del cigarro con la luz de su lámpara.

-Si señor-

“Pero dígame, que estaba haciendo en Palacio Nacional”

Voltee a ver a Pacheco. Pensé ¿Le digo que un reportero por andar de borracho no asistió al Informe y que teníamos que hacer llegar el gafete a Presidencia?

Pacheco asintió con la cabeza y me dijo: “Todo Nacho, todo”. Entonces le expliqué la razón del por que estaba en Palacio Nacional.

-Y como se le ocurrió darle el periódico al Presidente?

Le comenté que el objetivo era el Secretario de Gobernación, pero ya sobre la marcha vi la posibilidad de hacerlo llegar al Primer Mandatario.

-Pero a ver, dígame como que se brincó la valla presidencial.

“No me la brinqué, me pasé por debajo de las piernas de los soldados”. Escuche ligeras sonrisas de los jefes.

-Ve usted este teléfono rojo que tengo detrás de mi?

“Si señor”

-Sabe a dónde comunica-

“No señor”

-A Presidencia de la República. Me llamaron para confirmar quien era usted y me comentaron que al menos 30 soldados estaban arrestados por lo que usted les hizo, pero eso, no me importa, lo que interesa es saber que tengo un personal que sabe cumplir con su trabajo. Estoy muy contento, así que pídame lo que quiera, ¿Vacaciones extras”, ya sé que sale en diciembre, ¿Dinero? Pida cuánto. ¿Un puesto? Cual quiere”.

Me quedé mudo. Jamás actué en busca de una recompensa.

-Ahhh no quiere nada, pues bien.  A ver “gato” (El jefe de Recursos Humanos) que esta semana reciba un premio en económico en su sobre.  Y que baje con la cajera para que se lo den.

“Además se me va una semana de descanso. No lo estoy castigando, lo estoy premiando. Además, le voy hacer una carta de reconocimiento y el año entrante nos vemos porque a partir de ahora usted será el encargado de hacerle llegar al Presidente el periódico cada vez que rinda su informe”

Me extendió la mano y los jefes aplaudieron. Sólo los volteé a ver y con una sonrisa le di las gracias. “El gato”  inmediatamente me pidió mi número de nómina y Tere la cajera me dijo: “Hijo, te espero para que recojas tu sobre”

Pacheco y yo bajamos a terminar las órdenes de trabajo y no pasé por el sobre.

Al día siguiente me presenté a trabajar muy bañadito y peinado cuando de pronto Pepe Bataller al verme en la oficina de Pacheco entró y de las orejas me jaló al primer piso. “Que le dijo Don Mario, que estás haciendo aquí. Ya recogiste tu dinero?

No,

Bajamos con la cajera y le dice; “el sobre de este muchacho”,

Lo estuve esperando y no bajó, pero ahí está.

-Llámele al de seguridad. Que suba a la caja

El poli subió y Pepe le dijo, sáqueme a este chamaco de aquí y no lo deje entrar hasta la otra semana. Se va premiado, no lo estamos corriendo, pero el muy canijo vino a trabajar y ya debería estar gozando sus días. Así que ni para cobrar lo deje pasar.  Que le hagan llegar su sobre a su casa.

Me sacaron y corrí al teléfono de la esquina. Pacheco, ya me corrieron.  “ja ja ja. Si ya me avisaron”. Oye deje mi saco.. No te preocupes donde estas.? En la Salón Palacio. –ahora te lo hago llegar, nos vemos y disfruta tus vacaciones extras-

Al año siguiente, no faltó quien quiso ocupar mi lugar en la entrega del periódico y ni siquiera pude pasar a Patio Central porque nunca me hicieron llegar el gafete.  Gafete que aún conservo y que al verlo mi hace recordar esta historia…

Al paso del tiempo me convertí en cronista deportivo y gracias a las fuentes que se me dieron fui en cuatro ocasiones a Europa, así como a Japón y varios países de Centro y Sudamérica.

Posteriormente sin preguntarme si quería o no de un día para otro me pasaron a información general donde cubrí la fuente de policía, tribunales, reclusorios y Procuradurías.