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Woodstock underground: medio siglo de un parteaguas cultural / ‘La Semanal’

August 20, 2019 - por

Woodstock underground: medio siglo de un parteaguas cultural / ‘La Semanal’

Encuentra aquí el número completo de La Jornada Semanal.

Gracias a nuestro tecnológico siglo xxi, tal vez podamos observar en algún sitio de internet una boyante y demencial aparición que se dirige hacia nosotros. Se trata del Clotilde, el último barco negrero estadunidense arribando a Alabama en 1860. Y ya que decidimos navegar en aguas dolorosas y profundas, forcemos este ejercicio de historia contracultural hasta encontrar las corrientes y planos necesarios que sitien al mainstream de la cultura oficial. Escuchemos los mantras de Swami Satchidananda en el festival, quien además dijera que “la música es el sonido celestial que controla todo el universo, no las vibraciones atómicas”. Ahora dejemos que los “diablos azules” se abran paso a latigazos por la garganta negra de la historia, mientras Jimi Hendrix nos entrega “Voodoo Child, pieza en la que se resumen algunos siglos de comercio humano trasatlántico, composición en la que florece una “breve eternidad” con el verso de Hendrix azuleando —igual que sus dedos— sobre las cuerdas de su Fender Stratocaster: “Sí/ porque yo soy un niño vudú/ Dios sabe que soy un niño vudú/ Quiero decir una última cosa.” Esa “cosa” tenía que ver con la gran Guerra de secesión.

Es sabido que, experimentando un éxtasis irrepetible, el presidente Abraham Lincoln le dijo a Harriet Beecher, autora de La cabaña del tío Tom: “De manera que usted es la pequeña mujer que escribió el libro que provocó esta gran guerra.” Ese conflicto, que estaba por dejar setecientas mil muertes, si bien sirvió de bastante, no fue suficiente, ya que desde el fin de la conflagración —y hasta nuestros días— los supremacistas de la ultraderecha estadunidense no han dejado de practicar el maligno oficio de considerar animales —o algo incluso todavía (para ellos) más despreciable— a otros seres humanos, cuyo crimen es tener la piel pigmentada de varios tonos, coloraciones y matices que en realidad son sumamente agradables al tacto y a la vista.

En “El atroz redentor Lazarus Morell”, primer capítulo de Historia Universal de la infamia, Jorge Luis Borges explica que fue la infinita compasión que sentía Bartolomé de las Casas por los indios, lo que provocó —entre distintas confusiones y degolladeros— el acopio de ciertos hechos tan fascinantes como execrables; por ejemplo, los “blues de Handy”, el “tamaño mitológico de Abraham Lincoln” y la admisión, en un diccionario académico, del verbo “linchar”. No obstante las buenas intenciones del padre De las Casas a favor de los indios y en contra de los cautivos de “color”, cinco siglos después leemos (más con furor que con espanto) un twitt del historiador Lorenzo Meyer con información del New York Times: “Paul Krugman, Premio Nobel, considera que, después de n. b. Forrest, que organizó el Ku Klux Klan en el siglo xix, Trump es el más notable promotor de la violencia racial en eeuu.” Como todo el mundo sabe, el presidente de Estados Unidos le dio un leve giro a su política racista, apuntando su retórica ya no contra los descendientes de África sino contra los mexicanos, descendientes de aquellos remotos indios defendidos por De Las Casas.

Tiene razón el más famoso narrador de Buenos Aires al decir que “toda coincidencia era ya una cita”: en Woodstock confluyeron, además de varios siglos de cultura convertida (a la fuerza) en contracultura, algunos músicos y poetas como Carlos Santana, quien nació en Autlán, Jalisco, milenario territorio de místicos wixárikas. Como si fuera obra de la providencia, el músico mexicano se presentó con su banda psicodélica de San Francisco a tocar, entre ritmos latinos y africanos, “Sacrifico del alma”. ¿Es una coincidencia que en la misma fiesta se presentara Neil Young, otro poeta y músico extático? En aquella fiesta hippie, Young apareció con Crosby, Stills & Nash, grupo que, inspirado en Walt Whitman y en los juglares de la Norteamérica profunda, fusionaron rock, folk rock y country en un sonido único. Tampoco es casualidad (¿o sí?) que Young fundara Crazy Horse, una de las congregaciones más radicales de la música underground con cuyo nombre —el mítico “Caballo Loco”— hiciera un homenaje al líder sioux asesinado a traición por los soldados en Fort Robinson el 5 de septiembre de 1877.

Tomemos otro fragmento de “El atroz redentor Lazarus Morell” para ilustrar la infamia segregacionista: “Fuera de la relación madre-hijo, los parentescos eran convencionales y turbios. Nombres tenían, pero podían prescindir de apellidos. No sabían leer. Su enternecida voz
de falsete canturreaba un inglés de lentas vocales. Trabajaban en filas, encorvados bajo el rebenque del capataz.” Como los miembros de la triple k, el manumisor Morell también supo hacer valer el falaz orgullo de “la sangre sin un tizne, sin mezcla.”

El aullido y la pesadilla de Occidente

En el prólogo a la edición de 1954 de Historia universal de la infamia, Borges señala que “los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad”. No es una necedad decir que el autor de Siete nochescompartía con hipsters y con hippies una evidente fascinación por el budismo. La biografía, relatos y poemas de Allen Ginsberg, Gary Snider y Jack Kerouac son un testimonio vivo de la influencia que el Iluminado ha tenido entre narradores y poetas de norte y Sudamérica, además de los miles y miles de jóvenes occidentales que han encontrado en esa filosofía la paz interior que les niega la realidad política y social.

No es una casualidad que la canción “I Wanna Hold Your Hand” (“Quiero estrechar tu mano”), fuera el gran hit con el que Los Beatles desataron la “invasión inglesa” a Estados Unidos en 1963. El apretón de manos restablecía una remota alianza existencial y cultural; alianza que poco después se radicalizará con la visita de otras bandas británicas como The Animals, The Who y The Rolling Stones. Justamente los Stones publicaron, un año antes de que se llevara a cabo el festival de Woodstock, el disco Beggars Banquet (El banquete de los mendigos), que daba cuenta de las luchas que los jóvenes de Europa y de eu protagonizaban en las calles.

Casi veinte años antes, mientras miles de jóvenes europeos se asesinaban entre sí, Henry Miller, huye de París buscando refugio con su amigo Lawrence Durrell en la Isla de Corfú. El coloso de Marusi es el librito de viajes escrito por Miller, devoto de Ramakrishna, en el que presumiblemente Leonard Cohen se inspiró para vivir en Grecia. Además de producir un buen número de discos, Cohen escribió El juego favorito (1963) y Los hermosos vencidos (1966). Este escritor y trovador budista, junto con Neil Young, son los dos poetas contraculturales más importantes de Canadá y ambos son una expresión genuina del espíritu de Woodstock.

La crítica al estilo de vida estadunidense se intensificó en Una pesadilla con aire acondicionado, otro librito de viaje escrito por Miller durante un recorrido en auto que hace por la Unión Americana. Texto hipercrítico con el happinesssuperficial de la postguerra que influirá en la escritura de On the Road, otro libro cardinal para entender a la generación beat, así como a la actitud contestataria y rebelde de la generación hippie de los años sesenta y setenta.

Bob Dylan, el gran poeta de los sesenta, brilla por ausencia en Woodstock. Los jóvenes le echan de menos como a nadie, porque en este trovador se unifican las corrientes subterráneas más antiguas y auténticas del blues. Dylan es el héroe contracultural en el que encarnan las luchas por los derechos civiles de las comunidades afroamericanas y de los muchachos de la nueva izquierda estadunidense, esa enorme corriente política y cultural en la que también confluye el pensamiento crítico de Charles Writhe Milles, que en La imaginación sociológica (1959) y en La élite del poder (1956) analiza la responsabilidad de los intelectuales frente la sociedad de la postguerra, esa sociedad estadunidense
profundamente reaccionaria y falsamente
“feliz”, provocando un desafío a las políticas de las élites económica, política y militar. Herbert Marcuse es el otro gran pensador de la escuela de Frankfurt, que en El hombre unidimensional, considerado por muchos intelectuales como la obra más subversiva del siglo xx, hace que un número creciente de activistas universitarios y de artistas encuentren los fundamentos de su accionar político y cultural. Según Marcuse, para el hombre unidemensional, “la autonomía y la espontaneidad no tienen sentido en su mundo prefabricado de prejuicios y de opiniones preconcebidas”.

Para terminar de abrir los ríos subterráneos que irrigan al festival de Woodstock (al menos en esta breve historia) es inevitable referirse a la guerra de Vietnam, en la que murieron entre 3 y 6 millones de personas, de los que sesenta mil fueron chicos estadunidenses.

India y el Gurú

India, antigua civilización y afrentada colonia inglesa, emerge entre los ríos subterráneos para instalarse de manera definitiva en América. Además de las enseñanzas pacifistas y políticas de Gandhi, asumidas por el reverendo Martin Luther King y por su movimiento a favor de los derechos civiles, “My sweet Lord” y “Strawberry Fields Forever”, que forman parte de las prácticas de yoga y los trabajos de divulgación filosófica y literaria promovidas por George Harrison, impactaron de manera definitiva en Estados Unidos y en los países de Occidente.

Los afluentes subterráneos que irrigaron a la contracultura explotaron de manera maravillosa en las sociedades occidentales, presentándose mediante la filosofía de la no violencia y contra la guerra de Vietnam. Expresiones pacifistas ad hoc para esta gran celebración a favor de la paz y del amor, que desde entonces y hasta nuestros días se enfrentaría a La Asociación Nacional del Rifle y al actor Charlton Heston, que fue presidente de la nra hasta 2003.

Posdata

Queda para la posdata William Faulkner explorando los misterios del Río Mississippi, así como cierto tipo de culturas y personas que existieron antes y después de la gran Guerra de secesión, lo cual provocó que Juan Carlos Onetti realizara esa otra saga genial de la mítica Santa María, ésta teniendo como fondo el Río de la Plata.

Quedan para los textos en el espejo humeante del festival de Woodstock, así como para la posdata supernatural a laHistoria universal de la infamia, las películas Matar a un ruiseñorMississippi Burning; el nombre de Mohammed Alí, junto a los sobrevivientes sin nombre (como los caballos de la famosa rola) de chamanes de África y de las naciones indígenas de Norteamérica, asesinados por a nebulosa dispersa (pero no por eso desorganizada) llamada kkk.

Habría que mencionar a Los Panteras Negras y al Black Power, a Joseph Conrad y su Corazón de las tinieblas; a Coppola y su Apocalypse Now, a Forman y el musical antibelicista Hair. Otros nombres que deberían aparecer en esta antología de la infamia y de su antítesis son los de jfk, Oliver Stone y John Lennon; en México, los del poeta antiimperialista Efraín Huerta, la hippie Margaret Randall y el budista Sergio Mondragón con su Corno Emplumado; en el otro extremo, los del expresidente Richard Nixon y su Watergate, Lee Harvey Oswald y Mark David Chapman, entre una verdadera miríada de biografías, películas y hechos reales y ficticios latiendo en torno a una reunión de jóvenes que cambiaron el rostro de la guerra cantando “Denle oportunidad a la paz”. En especial, deben aparecer los nombres de todos los mexicanos y otros latinos asesinados por uno de los herederos mentales del siniestro reverendo Lazarus Morell l

Bethel, NY. 15 de agosto de 2019. El festival de Woodstock se convirtió en un emblema para una generación, cuyo mensaje de paz y amor rompió con las manifestaciones y asesinatos durante la guerra de Vietnam. Del 15 al 18 de agosto de 1969, entre 400 mil y 500 mil personas desbordaron los campos de alfalfa enlodados para escuchar a estrellas como Janis Joplin y Jimi Hendrix.