Y todo para qué
Y todo para qué
si al final yo perdí.
–Intocable

El jueves pasado, todavía por la noche, hablé y me mandé mensajes con varios amigos de Culiacán, periodistas y ex editores, uno de ellos en un grupo civil y otro en la academia. Estaban asustados. Nunca antes, me dijo la mayoría, habían visto algo así en esa ciudad. Y vaya que han visto cosas. “Culiacán está tomada por ellos [los sicarios]. Me vine a la casa, a encerrarme con mi mujer”, me dijo uno, con un niño. Otro me enfatizó en las armas y un tercero en la capacidad de organización: “Tomar una ciudad en una hora no es espontáneo. Estaban listos para reaccionar en caso de una agresión. Están mejor organizados que el gobierno”.

Alguien me dijo, entre la tarde y la noche del mismo jueves, que la gente de Fausto Isidro Meza Flores, conocido como “El Chapo” Isidro, movilizó su propio ejército irregular con rumbo a Culiacán: decidió unirse en la “defensa” de la ciudad. Meza Flores es enemigo de los hijo de “El Chapo”. No en momentos de peligro, parece: de inmediato sumó fuerzas con ellos, si es que es cierto el reporte (y no tengo por qué dudarlo). También me dijeron que Los Salazar o Los Salazares, grupo de Chihuahua que inició en Chínipas (su líder fundador es Adán Salazar Zamorano, detenido), empezó a reunir gente en el triángulo para bajarla a la capital de Sinaloa. Me mandaron una foto de por allá por El Fuerte donde se veía un camión de pasajeros lleno de sicarios. Listos para entrarle a los madrazos.

Dos dudas: ¿por qué no hubo tal movilización cuando detuvieron a Joaquín Guzmán Loera? ¿Por qué los enemigos se unieron para repeler al gobierno? Ambas tienen una respuesta, quizás, en Ismael “El Mayo” Zambada.

Pero antes de seguirle con esa historia, quiero dejar dos cosas: una es que el operativo contra Ovidio Guzmán López fue una soberana pendejada. Quizás la más importante no es la más obvia, ya reconocida: la de que iban mal preparados y sin la anuencia de todo el Gabinete de Seguridad. La mayor pendejada fue, en realidad, abrir un frente por allá, en Sinaloa. Burrada costosísima que además no tomó en cuenta las capacidades del Estado: y todo para qué, cuando se tiene una guerra abierta y de grandes dimensiones en Jalisco, Guerrero y Michoacán con el Cártel Jalisco Nueva Generación. Y todo para qué, sin suficiente personal en la zona. Y todo para qué, si en Mazatlán y Culiacán viven familias de militares. Y todo para qué, si el Cártel de Sinaloa no era, en ese momento, la prioridad del Gobierno y de hecho, en Sinaloa han bajado los crímenes por una “paz narca”.

La segunda cosa que dejo por escrito (aunque ya la dije en mi comentario en “Los Periodistas”, programa que dirigimos Álvaro Delgado y un servidor en Grupo Radio Centro): soltar a Ovidio era lo mejor. Habrían muerto decenas, quizás cientos. Y Sinaloa sería en este momento un foco de violencia y lo sería por años. El gobierno causó el estallido en Culiacán; llevarse al hijo de “El Chapo” habría sido el acabose, como dicen en mi rancho. Se optó por el mal menor después de haberla regado durísimo. Mejor retirarse. Eso creo y a cada hora que pasa me lo confirmo más.

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Los Zetas intentaron varias veces entrar a Sinaloa. Dos con todo, que se sepa. La primera fue por arriba, por el norte, por Badiraguato/Guadalupe y Calvo. Cortaron suministros a la población civil. Ni combustibles, ni camones de Sabritas y Coca Cola entraban. Pasó con Enrique Peña Nieto en el poder. Sitiaron la zona. Perdieron. Luego, intentaron entrar por el sur, por Mazatlán. Fue una carnicería, causaron pánico entre comerciantes, hoteleros y pobladores, y perdieron. En el norte funcionó que las comunidades sirven al único gobierno que conocen: el Cártel de Sinaloa; repelieron el ataque con recursos del cártel y con los propios. En el sur, simplemente sucedió lo mismo, y que Los Zetas desconocen el territorio. Se impusieron los locales.

En los últimos pocos años, “El Mayo” Zambada y Nemesio “El Mencho” Oseguera Cervantes han pospuesto la gran guerra. Hablan entre sí. Vienen de una misma “familia” (“El Mencho” tomó el poder a la muerte de “Nacho” Coronel). Se ha evitado la confrontación entre dos cárteles poderosísimos y la muestra más clara es cuando, en agosto de 2016, el Cártel Jalisco soltó a Alfredo Guzmán, secuestrado en Puerto Vallarta. Quien negoció no fue “El Chapo”; estaba detenido. Fue “El Mayo”, según se dice. Sólo él podría lograrlo.

Pero todas las fracciones en Sinaloa, incluyendo la disidente de “El Chapo” Isidro, saben que un día enfrentarán esa gran guerra. Y saben que un día tendrán que unirse, incluyendo los ejércitos rurales, que son los que se mueven en el triángulo y que responden directamente a “El Mayo”. Por eso, según algunos observadores a los que he consultado desde el jueves, cuando se dio lo de Ovidio se unieron casi en automático. Algunos pensaban que era la gran guerra… contra el CJNG. Se activaron los resortes. Cientos tomaron la capital sinaloense y el gobierno perdió. Estaban listos, obvio, para repeler una agresión. Y la agresión vino del gobierno, no del Cártel Jalisco.

Yo creo que fue “El Mayo” el que los movilizó, incluyendo a los confrontados entre sí. Es el único que habla con todos. No por nada es el capo de capos. Y no se movilizó cuando detuvieron a su compadre “El Chapo” porque esa no era una afrenta contra el Cártel de Sinaloa: era personal. Eso es lo que se dice. El compadre traía a todos detrás de él y a pesar de eso, se descuidó (mujeres, su documental, encuentros comprometedores, etc). Los errores los pagó en solitario. Demasiado caliente para traerlo en las manos; demasiado expuesto para comprarse su guerra. Se le ofreció que a su familia no le faltaría nada y así ha sido. La respuesta de “El Mayo” este jueves salda un pacto de por vida y ya no sólo con el compadre, preso en Estados Unidos: con sus muchachos, herederos, ahora sí, de una parte del poder.

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El General Secretario estaba molesto. Luis Crescencio Sandoval no lo pudo esconder, el viernes, cuando se dio la conferencia de prensa en Sinaloa. Obviamente lo habían brincado. El tema no es ir por un capo: la Marina lo ha hecho con pulcritud. El tema, claramente, es que no se socializó la idea. Entonces pusieron a todos en peligro: a militares, a civiles en funciones de seguridad y a ciudadanos. A la estrategia de seguridad. Y sobre eso: pusieron en riesgo la estrategia que se centra en una sola idea: pacificar a cualquier costo al país. Fue Alfonso Durazo, me dicen, el del error. ¿Se metió la DEA en el operativo? No lo dudo. Pero quienes tomaron la decisión no calcularon bien. No tomaron el mapa de guerra. Querían dar un golpe de efecto y dieron un golpe al avispero. Y estuvieron a un tris de cometer un segundo error: llevarse al muchacho de “El Chapo”. Por fortuna no lo hicieron. Bueno, no fue fortuna: fue bajo presión. Pero tuvieron la sensibilidad de no aferrarse. Esa sensibilidad vino desde más arriba: desde el Presidente. Durazo cambió más de una vez la versión de los hechos hasta que la instrucción fue rotunda: digan la verdad en la conferencia. Y la verdad era que habían llegado sin preparación, sin socializar la idea dentro del Gabinete de Seguridad y, como consecuencia, se habían rendido. El General Secretario estaba molesto, y con toda la razón. Muchos en las Fuerzas Armadas lo estaban (o lo están), y con toda la razón.

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La parte política, por otro lado. Claro que hay muchos simpatizantes de resolver todo a balazos y manotazos de escritorio. Y claro que se crecen con los errores. Y claro que hay quien está listo para cosechar. El obvio es Felipe Calderón Hinojosa, que está en campaña para formar México Libre; pero no es el único. Están el PAN, Gustavo de Hoyos (que tiene proyecto político personal y usa Coparmex con esos fines). Y están los desesperados, los grandes perdedores con el arribo de AMLO al poder: los viejos perredistas, como “Los Chuchos”. Y sí, sí se crecen. El error de Culiacán les permitió gritar a todo viento que la estrategia falló. Y sí falló, porque no se siguieron los protocolos, aunque se corrigió y no se llegó a más.

Hubo un movimiento de gobernadores, la mayoría de oposición, que apoyó la decisión de no sacar al muchacho de “El Chapo” de Culiacán. Ellos saben lo que habría pasado. No digo que no midieran políticamente el efecto; claro que lo midieron. Por eso apoyaron. Imagínense qué pensó Javier Corral (no es el único y lo uso como ejemplo): que sacar a Ovidio habría generado una guerra de enormes dimensiones… y Chihuahua se habría puesto color de hormiga. Mejor no. Y todo para qué. Viva la paz. No escamotearon apoyar al Presidente porque fue lo mejor para todos.

El problema de fondo es que la violencia sigue en el país. Si la decisión de dejar libre a Ovidio hubiera llegado con tendencia a la baja, tendría todo el sentido. Pero la violencia crece. Y se crecen los que quieren mano dura.

La gran duda es si para 2021, año electoral, bajará la violencia y la economía despegará. El Gobierno de la 4T tiene un año. Si no lo logra, Morena tropezará. Y si tropieza, la manga ancha del Presidente para generar un cambio será manga corta. Y entonces sí: todo para qué. La Cuarta Transformación se quedará en una escaramuza, en un intento fallido. Como arrestar a un capo en Culiacán, y luego, por errores propios, dejar todo como está. O peor.

Los que dicen que este evento es un antes y un después, están en lo cierto. Ojalá el después sea para bien porque si no… híjole.