Discurso íntegro de José Woldenberg en la manifestación en defensa del INE, en el monumento a la Revolución
November 13, 2022 - por Cal Press

José Woldenberg. Foto: Marco Pelaez/La Jornada,
Este es e discurso íntegro de José Woldenberg en el monumento a la Revolución en
la marcha en defensa del INE:
Estamos aquí reunidos con un solo objetivo claro y trascendente: defender el sistema
electoral que varias generaciones de mexicanos construyeron, que ha permitido la
convivencia y competencia de la pluralidad y la estabilidad políticas, la trasmisión pacífica
de los poderes públicos y la ampliación de las libertades.
Todo eso, constituye un patrimonio común y por ello estamos aquí, ciudadanos de muy
diferentes orientaciones políticas y extracciones sociales, militantes de partidos,
integrantes de organizaciones sociales y personas sin filiación política que deseamos que
México sea la casa que nos cobije a todos.
Lee también: ¿Qué políticos asisten a la marcha en defensa del INE? Desde Fox hasta
Alito. Estamos aquí ejerciendo nuestros derechos. El derecho a manifestarnos, a opinar, a
reunirnos de manera pacífica para expresar nuestras preocupaciones y aspiraciones.
Somos parte de una marea de opinión que aprecia y defiende la democracia.
Defienden el sistema electoral que varias generaciones de
mexicanos construyeron.
Estamos aquí reunidos con un solo objetivo claro y trascendente: defender el sistema
electoral que varias generaciones de mexicanos construyeron, que ha permitido la
convivencia y competencia de la pluralidad y la estabilidad políticas, la trasmisión pacífica
de los poderes públicos y la ampliación de las libertades.
Todo eso, constituye un patrimonio común y por ello estamos aquí, ciudadanos de muy
diferentes orientaciones políticas y extracciones sociales, militantes de partidos,
integrantes de organizaciones sociales y personas sin filiación política que deseamos que
México sea la casa que nos cobije a todos.
Estamos aquí ejerciendo nuestros derechos. El derecho a manifestarnos, a opinar, a
reunirnos de manera pacífica para expresar nuestras preocupaciones y aspiraciones.
Somos parte de una marea de opinión que aprecia y defiende la democracia.
Lee también: José Woldenberg llama a decir “no a la destrucción del INE”
Como país fuimos capaces de edificar una germinal democracia.
Dejamos atrás el país de un solo partido, de un presidencialismo opresivo, de elecciones
sin competencia ni opciones auténticas, de poderes constitucionales que funcionaban
como apéndices del Ejecutivo, de medios de comunicación mayoritariamente oficialistas,
para abrirle paso a la expresión y recreación de la diversidad política, a elecciones libres,
disputadas y creíbles, a Congresos plurales, gobiernos de diferente orientación, pesos y
contrapesos en el entramado estatal y sin duda una espiral virtuosa que amplió el ejercicio
de las libertades.
Y para que ello fuera posible se requirió de movilizaciones, luchas, denuncias, acuerdos –
muchos acuerdos y sobre todo conformar normas e instituciones electorales capaces de
ofrecer garantías de imparcialidad y equidad a la diversidad de fuerzas políticas que
modelan el país. Ocho reformas se llevaron a cabo entre 1977 y 2014 y los resultados
están a la vista.
Fue necesario edificar autoridades electorales autónomas, tribunales capaces de
desahogar la aguda conflictividad, construir condiciones equitativas de la competencia,
puertas de entrada y salida para las distintas corrientes políticas que cristalizaron en
partidos, y de manera paulatina, pero sistemática nos acostumbramos a la diversidad, a
las contiendas competidas, a las alternancias en los ejecutivos, a los congresos plurales y
a los mecanismos de diálogo, negociación y acuerdo que los mismos reclamaban.
Mientras miles marchan en contra de su reforma electoral, AMLO festeja su cumpleaños en Palenque.
Quiero llamar su atención sobre un solo hecho: la alternancia constitucional y pacífica
(subrayo, pacífica) del poder presidencial ocurrió, por primera vez en México, gracias a
ese proceso democratizador. En casi doscientos años de vida independiente, nuestro país
nunca lo había logrado.
“Buena parte de lo edificado se quiere destruir desde el gobierno”
Esa democracia se construyó con el trabajo de millones, de varias generaciones de
mexicanos y mexicanas, cuyo edificio culminante fue el del Instituto Nacional Electoral.
Ese gran cambio histórico no puede ser explicado sin la existencia de nuestro sistema
electoral.
La titularidad del Poder Ejecutivo ha cambiado y lo ha conquistado el partido A, el partido
B y el partido C. El Poder Legislativo ha recogido los cambios en las preferencias políticas
de millones de mexicanos; las minorías de ayer son las mayorías de hoy y en todo el país,
ese proceso se repite y se ha naturalizado a lo largo de casi tres décadas.
No llegamos a una estación final. Tampoco a un paraíso. Apenas a una germinal
democracia, pero que nos ha permitido asentar la pluralidad política y que la misma pueda
coexistir y competir de manera pacífica.
El problema mayúsculo, el que nos ha traído aquí, el que nos obliga a salir a las calles, el
que se encuentra en el centro de la atención pública, es que buena parte de lo edificado
se quiere destruir desde el gobierno.
Es necesario insistir en eso, porque significa no solo una agresión a las instituciones
existentes, sino a la posibilidad de procesar nuestra vida política en un formato
democrático.
México no puede volver a una institución electoral alineada con el gobierno, incapaz de
garantizar la necesaria imparcialidad en todo el proceso electoral. Nuestro país no merece
regresar al pasado porque lo construido permite elecciones auténticas, piedra angular de
todo sistema democrático.
México no puede destruir las destrezas profesionales, los conocimientos adquiridos y el
compromiso de los funcionarios que integran los servicios profesionales electorales.
México no puede centralizar todos los procesos electorales en dos instituciones
descomunales, no solo porque somos-según la Constitución- una república federal, sino
porque ni el INE ni un solo Tribunal podrán realizar con eficiencia lo que hoy encuentra
cauce y solución en 32 entidades soberanas.
Otra vez intento ilustrar lo que digo con evidencias.
Desde la última reforma electoral en 2014, se han disputado en los estados y la Ciudad de
México, 55 336 cargos de elección popular, entre ellos 55 gubernaturas, 93 legislaturas y
5932 ayuntamientos.
Tan solo el año pasado, los institutos estatales registraron 275 424 candidaturas locales.
Con tales números, ¿es deseable y posible concentrar, centralizar y administrar ese
universo político en una sola institución?
Por eso, México no puede deshacerse sin contemplaciones del entramado federalista en
materia electoral sin perder en eficacia y confianza. Tampoco de los tribunales en materia
electoral porque siguen siendo necesarios para desahogar el permanente litigio que
acompaña nuestras elecciones.
México no merece una reforma constitucional en materia electoral impulsada por una sola
voluntad por más relevante que sea. Hay importantes lecciones en el pasado: las
reformas que fueron fruto de voluntades colectivas forjadas con los métodos probados y comprobados del diálogo y el acuerdo.
México no puede ni debe trasladar el padrón electoral a otra institución porque el INE ha
cumplido con creces en la elaboración de un listado confiable, cuyas credenciales se han
convertido de facto en cédulas de identidad ciudadana.
México viviría conflictos evitables, innecesarios, interminables y costosos si las normas
electorales no son producto del consenso de las principales fuerzas políticas del país.
Quienes estamos hoy aquí, ciudadanos, todos en el ejercicio de nuestros derechos,
sabemos, porque lo vivimos, que en nuestro país laten diferentes formas de pensar,
distintos intereses y cuerpos valorativos, diversas plataformas políticas e ideológicas, y
que solo desde el autoritarismo más ciego se puede aspirar a homogeneizar esa riqueza
de expresiones. Por el contrario, nosotros valoramos esa diversidad porque creemos que
en ella radica parte de la riqueza de nuestra nación y por eso estamos obligados-sí:
obligados- a garantizar su expresión, coexistencia y competencia civilizada.
Y es en ese horizonte en el cual elecciones auténticas, libres, equilibradas, resultan
insustituibles. Nuestro futuro no puede ser resultado de la seducción por un pasado que
en buena hora fue desterrado.
Las próximas citas electorales deben contar con las mismas garantías que las del pasado
inmediato: padrón confiable, equidad en las condiciones de la competencia, imparcialidad
de los funcionarios profesionales, conteo pulcro de los votos, resultados preliminares en la
noche y por supuesto que ganadores y perdedores sean definidos por el voto de los
ciudadanos y solo por ellos.
Hacemos un llamado a todos los grupos parlamentarios-sí, a todos- sin exclusiones ni
excepciones, los que conforman las Cámaras del Congreso Federal y de los 32 congresos
en las entidades, a que defiendan lo edificado en materia democrática y no conduzcan a
nuestro país a una etapa venturosamente superada: la del autoritarismo que se auxiliaba
de autoridades electorales a modo.
El día de hoy refrendamos nuestro profundo compromiso con la democracia y por ello
defendemos un sistema electoral que nos cobija a todos y que permite la coexistencia de
la diversidad y la substitución de los gobiernos por vías pacíficas y participativas.
Ese es el México que queremos: un México para todos, un México cuya diversidad
cuente con un formato para su convivencia y competencia.
Por ello decimos:
No a la destrucción del INE.
No a la destrucción de los institutos locales.
No a la destrucción de los tribunales locales.
No a la pretensión de alinear a los órganos electorales a la voluntad del gobierno.
No al autoritarismo.
Si a la democracia.
Sí a un México democrático.
Monumento a la Revolución, 13 de noviembre de 2022
José Woldenberg