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El derecho de leer

September 7, 2022 - por

El derecho de leer

Monterrey, NL

Para quienes no estuvieron al tanto, en mis redes sociales provoqué una polémica debido a que argumenté que es preferible mejor supervisar el que los niños y los jóvenes lean más libros, a que se les permita acudir con cabello largo o teñido a clases.

Tuve pronunciamientos a favor y en contra. Yo me divertí leyendo los comentarios. Pero hubo uno, que me dejó pensando, y provocó que escriba este artículo. El comentario iba más o menos en este sentido: “Pues, así como se vio que era necesario abolir la esclavitud, o darle el voto a la mujer, o permitir que las minorías sexuales se expresen, así se acabará permitiendo que los jóvenes acudan como deseen a clases”. Palabras más, palabras menos.

Así que empecemos: hace unos días vi la película llamada RIOT, del 2018. Es una película australiana, que muestra como fue que las marchas del orgullo gay tuvieron prevalencia en ese país y en el mundo. La vi para analizar la metodología que habían utilizado.

Viéndola, llegué a la siguiente conclusión: muchos no apoyaban a la comunidad de la diversidad sexual porque “ofendían” su moralidad. Se llegaba a un silogismo del tipo: “Te respeto, pero no me gusta como te expresas”. La respuesta fue: “Si no te gusta cómo me expreso, es que no me respetas, y me quieres imponer tu moralidad”.

Me di cuenta de que el mundo ha llegado (y no solo en el caso de la diversidad sexual), a un punto donde el respeto a los demás es vital para la funcionabilidad de la sociedad. Un respeto con un equilibrio que puede ser muy precario, y que muchos, en ambos bandos (conservadores y progresistas) buscan romper, aunque lo nieguen. Y sería de la siguiente manera: “No acudo a tus muestras de expresión, pero tampoco te impongo mi moralidad o punto de vista”. Y eso sería para ambas partes.

En el caso de los jóvenes, digamos que quise molestar a muchos que olvidaron un detalle: El hijo menor del presidente, en algún momento se tiñó el cabello. Eso provocó el disgusto de no pocos conservadores. Aunque a mí en lo personal me pareció de mal gusto, igual, estoy consciente que eso es parte de la esfera privada de la vida familiar del presidente, y que no tiene nada que ver con su forma de actuar en el poder ejecutivo.

Y a esto quería llegar. ¿Cómo se va a decidir una forma de expresión de los jóvenes mexicanos? No de todos, pero sí de algunos. Sencillo: por lo que decida la mayoría. Y me refiero a la mayoría que puede votar, para cambiar las reglas y las normas. Porque para algunos será un acto que “incentive la libertad de elección de los jóvenes”, mientras otros, que ya están de por sí preocupados por el hecho de que ya no se puede reprobar a los jóvenes (lo cual nos puede dejar en un dilema dentro de unos años, de tener a jóvenes con créditos académicos incapaces de resolver problemas); también están preocupados porque más adelante los jóvenes pudiesen cambiar el vestuario escolar, y se permitiera que los varones usen faldas y las mujeres pantalones. Y no lo digo en broma, hay gente preocupada por esa posibilidad.

Pero, de nuevo, volvamos a lo expuesto en un principio. ¿Cómo se resolvió el problema de la esclavitud en los EUA? Cuando la mayoría en el poder legislativo, haciendo oídos a una proclama presidencial, votó por implementar la 13ª enmienda constitucional, la cual abolía la esclavitud. Claro, hubo estados que no la certificaron hasta 1995, y, en el caso del linchamiento, se buscó eliminarlo haciéndolo un delito federal desde hace 100 años. Pero apenas hasta marzo de este 2022 se volvió un delito del fuero federal. Lo cual indica aún el grado de polarización sobre el tema.

El sufragio de la mujer en México (no muy diferente a otras partes del mundo). Muchos saben que fue hasta 1953 que se implementó, pero realmente fue votado desde 1946 en ambas cámaras legislativas en nuestro país. Pero a alguien se le “olvidó” hacer la declaratoria de Reforma Constitucional, por lo cual pasó como un decreto presidencial hasta 1953. Pero, igual: fue votado, aprobado, pero no faltó quien lo bloqueó por la polarización que provocaba el tema.

En el caso de las minorías de la diversidad sexual (no heterosexuales) su activismo permitió que en 2005 la ONU registrará como DDHH fundamentales la preferencia sexual y/o de género. Obvio, eso permite que se puedan expresar como mejor lo deseen, menos en muchos países donde sigue prohibido ese derecho. Eso incluye a no pocos países comunistas y/o socialistas, lo cual no deja de ser una paradoja para la mayoría de los integrantes de dicha comunidad, como lo aprecié en la película ya referida. Resulta que los políticos de izquierda (como en varios países de Asia) resultaron más conservadores que los progresistas de izquierda de Occidente. Pero eso es tema para otro artículo.

El detalle es: muchos de los logros en DDHH de la era moderna se dieron tras cruentos debates en los Parlamentos de los países, y en los foros internacionales. Desde la abolición de la esclavitud, pasando por los derechos de las mujeres y terminando en los derechos de las minorías sexuales.

En muchos casos, fueron debates que polarizaron a la sociedad (o al mundo). Voy a poner otro ejemplo: el aborto. Tanto en la Corte Internacional de Estrasburgo como en la CIDH, hubo grupos que intentaron hacer que se legislará protegiendo a la vida desde la concepción. Pero perdieron el debate debido a un problema que no previeron: ¿qué iba a pasar con todos los embriones congelados en las clínicas de fertilización? Porque no permitir que nacieran iba a violar sus derechos. Por eso no pudieron legislar en ese sentido.

A lo que quiero llegar, ha habido y habrá debates muy fuertes para defender a los humanos, hombres y mujeres, de otros humanos. Y, prácticamente, los cambios llegarán cuando las mayorías voten por dichos cambios, ya sea por medio de sus representantes legislativos o por medio de consultas populares, si no es que por medio de sus embajadores en organizaciones internacionales.

Y los ganadores de dichos debates, serán los que más hayan leído y estudiado, y sepan contrarrestar los argumentos de los contrarios. Porque es muy fácil romantizar a los movimientos por los derechos humanos, de género o sexuales. Pero no todo fue manifestarse o protestar en las calles. Hubo mucho trabajo legislativo. Y los mejor preparados fueron los ganadores, no necesariamente porque era lo “justo”. Simplemente, porque las sociedades ya habían madurado para esos cambios, y eligieron a los mejor preparados para implementarlos.
En lo personal, a mí me tiene sin cuidado como acuda un joven a estudiar. Lo que me interesa, es que aprenda a defender sus derechos, pero no solo tomando las calles. También, tomando la tribuna.

Para eso, requiere haber leído mucho. Y en muchas ocasiones se dará cuenta que lo sabe no es suficiente, y que requiere aprender más.

Adenda: es curioso como los que legislaron para abolir la esclavitud, y para darle derechos políticos a las mujeres, y luego derechos a las minorías sexuales; eran en su mayoría hombres, blancos y heterosexuales. Hoy, parece haber un “patrón” de culpar precisamente a ese grupo de “no haber actuado a tiempo en el pasado”. Sin embargo, también, hubo muchos valientes en esos grupos, que persistieron aún a costa de sus vidas, para tener un mundo mejor.

Que se recrimine a los hombres de ese pasado, solo es una muestra del progreso obtenido.