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El pensamiento “mágico”

April 24, 2023 - por

El pensamiento “mágico”

Monterrey, N.L

Estoy leyendo el libro de Jacobo Bronowski, “El ascenso del hombre”. Un libro ya “antiguo”, publicado en 1973. Era, a diferencia de Yuval Noah Harari, un escritor más centrado, y no tan eurocéntrico. Pero hubo algo que escribió que me dejó seriamente pensativo.
Porque la hipótesis que argumenta Bronowski, es simple: el mediterráneo fue el centro del progreso científico y tecnológico a partir del Renacimiento…pero terminó después del juicio de la Santa Inquisición contra Galileo. Dicho juicio, provocó que los científicos se fueran hacia el norte de Europa, donde había más “libertad” de opinar y publicar secundario a la Reforma protestante de Martín Lutero.
Y hace un repaso de los científicos que proliferaron después de Galileo, demostrando que, o eran de Europa del norte, o habían emigrado a dicha zona. Pero es innegable que la batuta dejó de estar en manos de científicos de Europa del sur, y que el puritanismo protestante la acabó ganando la carrera en lo tecnológico al muy barroco y artístico, pero nada científico, catolicismo del sur europeo.
No pude dejar de pensar en el mejor ejemplo de lo anterior. Y lo vivimos aquí en nuestro continente. Dicho enfrentamiento, fue entre los EUA y México. Porque iniciada la vida independiente de nuestro país, el PIB era mayor en México. De hecho, los EUA tenían miedo del “gigante” que era México en ese momento.
Por desgracia, secundario a la falta de interés en la ciencia, sí, éramos un “gigante” …pero con pies de barro. Los EUA sabían que eran una nación muy pequeña, la cual tenía algo que no era bien visto por su vecino tan grande: la esclavitud. Y aunque realmente los jornaleros mexicanos siempre han vivido en condiciones de semiesclavitud (aún en la actualidad), los mexicanos se llenaban la boca presumiendo que “en México no hay esclavos”.
Así que los estadounidenses se prepararon para algo que sabían que era inevitable: un choque de culturas. La cultura estadounidense contra la cultura mexicana. La primera, digna heredera del puritanismo protestante, donde la honestidad era pieza clave de la vida pública. Donde todos tenían que saber leer y escribir, si querías ser un hombre (o mujer) libre. Y donde la ciencia y el desarrollo tecnológico eran piezas claves para poder alcanzar los fines que se perseguían. Si querían evitar un estado de guerra permanente entre vecinos, como ocurría en Europa, secundario a demostrar cuál país era la potencia hegemónica; tenían que prepararse para ese no solo choque cultural, sino hasta de sobrevivencia.
Porque los estadounidenses pensaban que los mexicanos podían llegar a pensar igual que ellos, y buscar anexarse a las colonias americanas para acrecentar el “imperio mexicano”. El problema con los mexicanos de dicha época, o por lo menos con la élite gobernante, era que eso no les preocupaba en los más mínimo.
¿Desarrollar ciencia y tecnología, para poder desarrollar armas para defendernos? ¿Para qué? Con la riqueza que daba el suelo y subsuelo mexicano, solo era cuestión de ir a comprar armas al extranjero. Hum …Comprar tecnología extranjera en lugar de desarrollar tecnología propia ¿dónde he escuchado eso?
Además, México era tan grande que veían difícil que cualquiera nos pudiera invadir. Mucho menos, unos colonos estadounidenses protestantes esclavistas que no tenían gusto para la “buena vida”, que no tenían educación de “altura”, y que alucinaban con un documento que proclamaba que “América era para ellos”. Unos simples campesinos con muchas aspiraciones, pero nada más. Sé que puede sonar risible ahora, pero en el siglo 19, con la diferencia de riqueza entre México y los EUA, los mexicanos no lo veían así. En lo más mínimo. En serio, se mofaban de los estadounidenses y de sus pretensiones.
Mientras, los estadounidenses en lugar de perder el tiempo publicando libros religiosos, que igual lo hacían, también publicaban libros científicos. Y por medios científicos mejoraron sus armas, sus cañones, e hicieron barcos para poder movilizar su ejército, y así permitir que llegarán más frescos a donde había que llevarlos. Nada de marchas “forzosas” en un estilo napoleónico muy romántico, pero muy perjudicial a la larga.
Así que cuando los estadounidenses nos declararon la guerra, obvio que los mexicanos nos reímos. “Pero ¿qué piensan eso campesinos palurdos que son?”, pensaron no pocos “aristócratas” mexicanos. Y más porque habíamos rechazado a verdaderas potencias de la época, previamente. Obvio, la soberbia y la indolencia mexicana, pagó un precio muy caro: la pérdida de la mitad del territorio nacional. Si México se hubiese avocado desde el principio de su vida independiente a desarrollar ciencia y tecnología, como lo hicieron los estadounidenses, nosotros seríamos la potencia hegemónica por lo menos en esta parte del globo terráqueo. Pero el hubiera, no existe.
Obvio, tampoco fue casualidad que, después de la pérdida de la mitad del territorio nacional, poco tiempo después el PIB estadounidense igualó y sobrepasó al mexicano. A un punto, que casi dos siglos después de la guerra entre nuestros países, no hemos podido ni siquiera acercarnos al PIB estadounidense.
Hay algo que el autor del libro no menciona, pero que a mí me dejó pensando. Supongamos que no hubiera habido Reforma protestante. ¿Qué hubiera pasado después del juicio a Galileo? Creo que cualquiera que quisiera hacer investigación científica, hubiera tenido que posponer sus deseos, bajo pena de perder la vida bajo la sombra de la Iglesia católica.
Así que solo puedo llegar a una conclusión: la Reforma protestante nos salvó de volver a caer, de nuevo, en una nueva Edad media, o en una nueva “Edad oscura”. Aunque lo anterior, moleste a muchos católicos furibundos que abominan del cristianismo “separado” del catolicismo, y hasta les restrieguen en su cara que ellos solo son, para propósitos prácticos, unos “traidores a la religión verdadera” (sic).
Porque me ha tocado ver a mucho intolerante que se va contra cualquiera que no profese su misma religión, y los veo perder el tiempo en discusiones bizantinas (y espero que conozcan el término), criticando la preferencia, pero ahora religiosa, de las personas que no piensan, comulgan o creen en lo mismo en lo que ellos creen.
El problema de la humanidad, desde un principio. Si no piensas como yo, y si menos apoyas mi pensamiento, eres un enemigo. Un “enemigo” que, en algunos casos, hay que hasta destruir por completo.
Eso me hace concebir que la intolerancia no deja de tener mucho de “pensamiento” mágico, y poco de pensamiento racional. Un pensamiento, este último, que se requiere para poder un método científico. Y, si no lo creen, cuestión de ver los dimes y diretes actuales que hay con la situación de la enfermedad del presidente. Y es hasta risible, porque realmente mientras muchos pierden el tiempo en especulaciones vacías, solo quedan dos alternativas: o fallece, y hay que adelantar las elecciones de 2024. O se recupera, y regresa a hacer sus funciones. Punto.
Pero, bueno: ese pensamiento mágico me recordó algo que un amigo escribió hace poco. En México, si alguien ve que se promociona a un producto “científicamente comprobado”, lo consume sin mayores aspavientos. Pero la PROFECO realmente hace pruebas científicas de los alimentos, y ha hallado que muchos productos, eran lo que quisieran, menos lo que decían ser. Solo por nombrar dos ejemplos, los quesos y el atún.
Pero no veo a nadie haciendo un movimiento nacional para tener una certificación de la PROFECO de los productos que consumimos, sobre todo alimentos. Solo para no ser engañados. Mientras diga que “la NASA lo dice”, o cualquier otra institución que no sea mexicana, está bien. Pero ¿quién va a confiar en los científicos mexicanos?
Igual, el pensamiento mágico, intolerante y hasta malinchista, siempre será nuestra perdición. Mientras, aun siendo yo católico, solo me resta agradecer a mis hermanos “separados” del protestantismo, por habernos salvado de una nueva Edad oscura.
Porque, “sin embargo, se mueve”.