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Leonardo Da Vinci: 500 años del gran inasible, del emblema del arte universal

January 1, 2020 - por

Leonardo Da Vinci: 500 años del gran inasible, del emblema del arte universal

En la celebración de los quinientos años de la muerte del enorme y multifacético pintor, ingeniero, inventor y mucho más, sin duda un emblema del arte universal, aquí se trata de los mitos, equívocos y errores que han envuelto, casi atrapado, su figura a través de los siglos, y se puntualizan algunas verdades que han quedado ya muy establecidas por la investigación moderna de su vida y de su obra a la luz de nuevos hallazgos.

Escribir sobre Leonardo da Vinci (l) representa una tarea innoble para cualquiera. Los miles de libros, ensayos, artículos, películas, programas, etcétera sobre él y su obra resultan abrumadores y lo hacen particularmente difícil. He considerado por lo tanto que para recordar a l en el v centenario de su muerte a un paso de su conclu­sión, había que revisar los estudios más recientes para encontrar al l más veraz, el de los documentos científicos que muestran cuánto sigue siendo inasible.

El retrato del como “genio del nuevo milenio”, encarnación del misántropo incomprendido, alieno de su tiempo, receloso de sus proyectos, superhombre precursor de todas las ciencias e invenciones de la modernidad, desde el submarino hasta los tanques de guerra y el avión, es simplista. No depende de la superficialidad, ni de la codicia de la mercadotecnia propias de la contemporaneidad, sino de una historia circunstancial que inicia con su muerte misma hace quinientos años, ocurrida un 2 de mayo de 1519 en el castillo de Cloux en Amboise, Francia.

El drama de la dispersión de su mayor patrimonio: los manuscritos

Realizó su testamento diez días antes de morir y dejó sus bienes más valiosos, empezando por sus manuscritos y por sus libros, a su discípulo predilecto: el joven Francesco Melzi, letrado y de origen noble que lo había acompañado a su exilio voluntario en Francia al servicio del rey Francisco i. Las pinturas que tenía consigo (Gioconda, Santa Ana, San Juan Bautista) las vendió poco antes al mismo rey.

Melzi atesoró los bienes con celo en su residencia de Vaprio d’Adda (cerca de Milán) hasta su muerte en 1570, heredándolos –sin pensar en una mejor tutela– a su hijo, el médico Horacio Melzi, quien no los valoró. Con ello se inicia el drama de la dispersión (y de la pérdida parcial) de un patrimonio inestimable, diseminado entonces en Italia y en Europa, inaccesible por siglos.

Se creó así una discrepancia entre su herencia escrita –que permaneció prácticamente desconocida hasta finales del siglo xviii– y la artística, que se mantuvo en vida. Ello gracias a las pocas obras visibles, al registro escrito del Vasari (cita La Mona Lisa, Santa Ana, San Juan), a la tradición oral que permaneció por siglos y por la influencia que ejerció en incontables discípulos y seguidores.

El manuscrito dedicado a la pintura titulado: Tratado de la pintura, fue por voluntad explícita de l a expresada Francesco Melzi, no fue publicado hasta 1651 en París (con dibujos de Nicolas Poussin).

Leonardo, un artista intelectual

Las fuentes del siglo xv que trataron sobre l (Giorgio Vasari, Anonimo Gaddiano, Giovanni Paolo Lomazzo) escritas después de su muerte, lo alabaron y mitificaron, transmitiendo noticias fundamentales (aportadas por el mismo Francesco Melzi), pero también erróneas y de color literario, que influenciaron el imaginario colectivo por siglos y que sólo la investigación moderna ha ido depurando.

La primera generación de investigadores surgió con el invento de la litografía que dio pie a las iniciales reproducciones de los manuscritos de l en facsímil. Los estudios iniciales de los códices, considerados fuentes inestimables de conocimiento, fueron interpretados como producto de un genio autodidacta. l frecuentó únicamente la escuela primaria por un breve período, llamada entonces abbaco, donde se enseñaban las matemáticas básicas (aritmética y geometría), así como a leer y a escribir. l decidió dedicarse a la carrera artística y entró en el famoso taller de Andrea del Verrocchio en Florencia (un notable escultor y pintor) a quien consideró su maestro.

En 1870 se descubre por primera vez una lista de libros de é en el Códice Atlántico, si bien puso en guardia a la teoría del genio inculto, no sería sino hasta el fundamental escrito de Carlo Dionisotti, Leonardo omo sanza lettere (1962) que se derribaría tal perspectiva. El extraordinario descubrimiento de dos códices de l en Madrid en 1967, terminó por confirmarlo. Ahí se encontró también una lista aun mayor de sus libros que darían pie a una serie de publicaciones, donde emergió la figura de l como un gran intelectual, un lector inquisitivo que poseyó más de doscientos libros de ciencia, tecnología, religión y literatura, además de diccionarios y libros de gramática con los que aprendió el latín a los cuarenta años.

EL, por lo tanto, no fue un hombre aislado sino del todo incorporado a la cultura de su tiempo, alimentándose de las mentes más brillantes, creativas y poderosas de su tiempo a quienes también influyó. Su biblioteca fue “comparable con la de Petrarca o a la de Montaigne” (Carlo Vecce, La biblioteca perdura).

Nace una estrella

Para conocer las primeras y muy escasas noticias biográficas de él, deberá esperarse a los años treinta del siglo xx, cuando se obtiene un dato tan fundamental como la fecha correcta de su nacimiento: 15 de abril del 1452.

A diferencia de un artista como Miguel Ángel, l no dejó material epistolar, ni contó con un biógrafo que transmitiese noticias personales. Ello provocó en el mismo siglo xix la divinización de l influenciada por la exaltación de los primeros escritores come Lomazzo, quien lo comparó con Hermes o con Prometeo, juicios que se volvieron pan para la literatura decadentista, que ideó una historia novelada del artista.

El erróneo y tendencioso análisis de Freud para explicar el origen de la presunta homosexualidad de l (Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, 1910) que, analizando cinco de sus obras, interpreta como la ausencia de la figura paterna en su vida, en estudios recientes se demostró del todo erróneo,
y era citado con frecuencia como un ejemplo paradigmático de la historia mitificada creada por grandes intelectuales atraídos por la figura de él.

El mito de él iniciado en el siglo xvi, atizado tres siglos después y perpetuado por la cultura de masa del siglo xx (en particular a partir del robo de la Gioconda en 1911; una noticia que fue cubierta por los medios de todo el mundo), llega hasta nuestro tiempo con historias de ficción como el Códice
Da Vinci
, de Dan Brown, que sin demonizarlas deben tomarse como ejercicios de fantasía. Tales productos y las grandes exposiciones del siglo xx, y las más recientes como la de la National Gallery de Londres (2011-2012) y del Louvre (en curso hasta el 24 de febrero 2020), han contribuido a aumentar exponencialmente la fama del artista, y a estimular a su vez los estudios científicos, centrados todavía hoy en los más de veinte manuscritos y las 7 mil paginas escritas por el artista.

Leonardo y las atribuciones de su obra

El hirsuto destino de los manuscritos de l no difiere demasiado de la historia de su obra pictórica, mucha de ella perdida y la mayoría fruto de atribuciones.

El catálogo razonado de Frank Zöllner (Leonardo the complete paintings and drawings, Taschen, 2019), reúne treinta y dos obras, únicamente la mitad de las cuales son reconocidas por la mayoría de la comunidad científica como autógrafas. Las restantes están recopiladas como registro visual de obras documentadas pero perdidas, que se pueden conocer parcialmente por las copias de sus discípulos o por dibujos del mismo artista. Un ejemplo es la Leda y el cisne, la única obra de tema mitológico conocida que tuvo una enorme fortuna en su tiempo.

En muchos casos las atribuciones han sido equivocadas y no han procedido en la autenticación, como es el caso de la Madonna Litta (c.1490) del Hermitage en San Petersburgo.

Existen en cambio obras centrales cuya atribución no fue aceptada sino hasta el siglo xx, como la Madonna con el clavel, el Retrato de Ginevra de Benci e incluso la afamada Dama del armiño; la obra de l que más viajó en el siglo xx en exposiciones. Las atribuciones más recientes han dividido fuertemente a la comunidad científica empezando por la Bella princesa (realizada sobre pergamino) y en particular el Salvator Mundi.

Se sabe también qué l realizó diversos retratos y cuadros de vírgenes, pero también obras insólitas como un “dragón” y una “medusa”, citados por Vasari.

La razón de la dispersión y la dificultad de individuar la obra de l se deben en buena medida a que fue poco visible en su tiempo. Las únicas dos obras asequibles al público estaban en Milán y eran La Virgen de las Rocas y La última cena. Tampoco circularon grabados de sus cuadros como era común entre los grandes artistas, a excepción de algunos de sus dibujos y estudios científicos.

La obra de l ha creado también problemas en la identificación de los personajes retratados a partir de La belle ferronière (c. 1490-1495) del Louvre, el Retrato de músico (c. 1485) de la Pinacoteca Ambrosiana de Milán (Frank Zöllner es de los pocos que siguen cuestionando su autenticidad) e incluso La Mona Lisa (1503-1506 y después 1511?), a pesar de ser “la pintura más famosa del mundo (ver el libro homónimo de Donald Sassoon, 2004; un libro referencial en la historia del cuadro) y “una de las ejecuciones pictóricas más finas de l” (Zöllner).

La identidad de Lisa Gherardini anotada por Vasari, fue cuestionada después del robo del cuadro en 1911. Desde entonces se ha abierto una disputa que ha producido una nutrida bibliografía y las hipótesis más disparatadas sobre la verdadera identidad de la también llamada Gioconda. El reciente estudio de Martin Kemp –uno de los mayores expertos de l en el mundo– y el archivista Giuseppe Pallanti (La Mona Lisa, The people and the painting), asuela la controversia, concluyendo que según sus estudios la retratada es efectivamente Lisa Gherardini esposa de Francesco del Giocondo, un rico mercader de seda florentino. Los misterios de La Mona Lisa se extienden al descubrimiento de una copia del cuadro aparecida en 2012 en el Museo del Prado en Madrid; probablemente realizada por alguno de sus discípulos a partir del original, como era muy común. Existe también la llamada Monna Vanna, que es una variante de La Mona Lisa pero desnuda, realizado en carboncillo y cuya autoría es aún motivo de disputa. Los autores además confirman la ascendencia humilde de la madre de l, y desmienten la hipótesis de que era una esclava árabe, como había circulado recientemente entre los académicos. Afirman además que l no creció con la madre sino con el abuelo paterno que, como el padre, era un notario de linaje. Niegan por lo tanto que la casa natal de l sea la que hoy se reconoce como tal y en donde existe incluso el llamado Museo Casa Natale (ubicado Anchiano, en las afueras de Vinci) que atrae a multitudes de turistas anualmente y en donde niegan la residencia misma de la madre. De l en realidad no se sabe prácticamente nada hasta sus veinte años, cuando figura en 1472 en el gremio de pintores (San Lucas).

Otra de las características de l fue su falta de sistematicidad y la única reprimenda de sus primeros biógrafos fue la incapacidad de concluir muchas de sus obras; no sólo pictóricas sino también libros. El primer ejemplo inacabado fue el San Jerónimo (1480-1482) de la Pinacoteca Vaticana, donde se descubre apenas en el 1827. l lo dejó en un estado prácticamente de bosquejo, probablemente para realizar La adoración de los magos (1481-82) de los Uffizi de mayor prestigio, misma que a su vez dejó sin terminar cuando abandonó Florencia para ir a Milán en 1482. Ambas son obras que concluyen con la fase temprana de actividad en Florencia, iniciada realizando cuadros en conjunto al Verrocchio como en el Tobías y el ángel (c. 1470- 1472, atribución no unánime), El bautismo de Cristo (c. 1470-72 y 1475) y La Anunciación (1473-1475); el mencionado Retrato de músico y sobre todo La batalla de Anghiari.

El año leonardiano ha traído a la luz diversas publicaciones que ponen al día los estudios de los mayores especialistas, a partir del trabajo enciclopédico de Carmen c. Bambach (Leonardo da Vinci rediscovered), tres libros de Martin Kemp (Leonardo by Leonardo, Leonardo Da Vinci’s Codex Leicester y 50 anni con Leonardo. Lucidità e follie attorno all’opera di un genio) y el ya citado catálogo razonado de Frank Zöllner.