Nueva York.

Un ex capo colombiano afirmó que en los noventa sobornó al entonces procurador general mexicano Ignacio Morales Lechuga, que tenía a unos 70 policías federales mexicanos en su nómina, que ordenó el asesinato de varios en su país y que era proveedor de “don Joaquín”, todo al inicio de la sexta semana del juicio de Joaquín El Chapo Guzmán Loera en un tribunal federal en Brooklyn.

La cascada de detalles sobre las toneladas de drogas, los millones de dólares, las miles de armas, las guerras y asesinatos empiezan a dejar de sorprender al escuchar las narrativas de, hasta la fecha, siete narcotraficantes grandes y medianos, varios oficiales antinarcóticos estadunidenses y ahora hasta oficiales policiacos y fiscales de Ecuador.

Pero el sorpor generado por las incesantes gotas de información -mucha ofrecida en pregunta y respuesta monótona- se interrumpe de vez en cuando con la mención de una figura de alto nivel, o de un incidente tan violento que se llevó los titulares cuando ocurrió, o cuando brotan detalles morbosos sobre las vidas de los narcos nuevos súper ricos.

Hoy eso sucedió cuando el capo colombiano Jorge Milton Cifuentes Villa declaró en su cuarto día como testigo cooperante contra su ex socio, El Chapo, quien “tenía una relación corrupta con el procurador general Morales Lechuga”.

Bajo interrogación de Jeffrey Lichtman, uno de los tres abogados de defensa de El Chapo, Cifuentes contó que su operador en México, Juan de Dios Rodríguez El Flaco, estaba encargado de su bodega de cocaína y de ser “la cara” de su organización en ese país, y fue en este contexto que comentó sobre la “relación corrupta”. Cuando se le preguntó si eso significaba que sobornó al procurador general, respondió “sí señor, es correcto”. No ofreció mayores detalles sobre fechas ni la cantidad del soborno.

Poco más adelante también contó que “tenía a policías federales mexicanos en su nómina”, indicando que eran unos 70 “a su servicio”. Todo esto organizado aparentemente por El Flaco, pero aclaró: “yo pagaba la nómina”.

El resto del día se dedico al ejercicio diario de la defensa de intentar minar la credibilidad de cada testigo contra El Chapo, y hoy la gira fue sobre las órdenes de asesinato de gente que traicionó o robó de la organización de Cifuentes o que amenazó a su familia, de su extraño código ético de evitar traficar efredina, ingrediente para elaborar metanfetaminas, por las consecuencias de esa droga para los jóvenes, de los negocios transnacionales (Colombia, Ecuador, Venezuela, México, Estados Unidos), y la colaboración entre sus hermanos en el negocio familiar de traficar droga.

A la vez, la fiscalía presentó a un oficial de la policía nacional y a una secretaria de la fiscalía de Ecuador para hablar de incautaciones históricas de cocaína colombiana en su país, aparentemente con relación a la red transnacional del narcotráfico que, según la acusaciones en este caso, giraba en torno de El Chapo.

En la mesa de la defensa -con El Chapo en medio en un traje gris con una camisa lavanda, corbata morada, otro de sus abogados, William Purpura, leía un libro: Esposas del Cártel. El libro dice que es “una historia real de decisiones mortales, amor fiel y derribando a El Chapo”, escrito por dos mujeres que dicen ser las esposas de gemelos que eran brazos derechos del acusado y que ahora están cooperando con las autoridades estadunidenses.

No se sabe si son los mismos pero se rumora que entre los próximos testigos que se presentarán en este caso contra El Chapo están los gemelos Flores -o por lo menos uno de ellos, Pedro- que fueron operadores de El Chapo en Chicago.

Emma Coronel, esposa de El Chapo y la figura más fotografiada y entrevistada de este caso, fue notable hoy por su ausencia en el tribunal. Fotos en las redes y en algunas publicaciones sugieren que el sábado pasado asistió al espectáculo del boxeo entre Canelo Álvarez y Rocky Fielding en Madison Square Garden en esta ciudad.